por Dana J. Graef
Mientras estaba en el pleno del Senado en Washington, D.C., en febrero de 2015, el senador republicano James Inhofe de Oklahoma expresó su profundo escepticismo sobre el cambio climático. “Seguimos escuchando que 2014 ha sido el año más cálido jamás registrado”, dijo, sacando una bola de nieve de una bolsa de plástico transparente. “Le pregunto al presidente, ¿sabes qué es esto? Es una bola de nieve”, dijo, “de aquí afuera. Entonces hace mucho, mucho frío afuera. Muy fuera de temporada”. Dicho esto, arrojó la bola de nieve hacia el presidente del Senado y le dijo: “Mira esto”.
En respuesta a la actuación de Inhofe, el senador demócrata Sheldon Whitehouse de Rhode Island lo refutó. Citando organizaciones “que tienen muy claro que el cambio climático es real”, Whitehouse invitó a los oyentes a confiar en las conclusiones de la NASA, la Marina de los Estados Unidos, grupos religiosos y grandes corporaciones como Pepsi y Ford. “Puedes creerle a la NASA”, dijo, “y puedes creerle a lo que sus satélites miden en el planeta, o puedes creerle al senador con la bola de nieve”.
El contraste entre Whitehouse e Inhofe señala el papel fundamental que desempeñan la experiencia, la visibilidad y la confianza en los debates sobre el cambio climático. Aunque la ciencia climática predice que lagos y mares más cálidos provocarán tormentas de nieve más intensas en algunos lugares, los escépticos ven las cosas de otra manera. Eventos como el clima helado y las tormentas invernales se toman como evidencia de que el cambio climático no está ocurriendo. El acto de Inhofe puede haber sido teatral, pero reforzó una pregunta común en el público: si afuera hace mucho frío, ¿cómo podría estar volviéndose más cálido el clima?
Si bien el consenso científico abrumador es que el clima está cambiando y el planeta se está calentando, el cambio climático es un proceso complejo que puede resultar difícil de comprender plenamente. Por esta razón, es importante prestar atención a los argumentos de los escépticos del clima, no sólo para refutarlos sino para comprender por qué sus afirmaciones pueden ser convincentes. Más que abstracciones, Inhofe ofreció un ejemplo tangible: una bola de nieve en un día frío es un recordatorio de que el mundo visible que nos rodea importa. Sin embargo, el mundo que nos rodea no debería ser sólo un vehículo para alentar la duda: también ofrece una gran cantidad de evidencia concreta y visible de que el clima está cambiando.
Como parte de un esfuerzo por contrarrestar a los escépticos, los científicos del clima centran la atención de la gente en tendencias climáticas más amplias, no en fenómenos meteorológicos individuales. La NASA lo explicó de esta manera en 2005: el tiempo es una manifestación de las condiciones atmosféricas “durante un corto período de tiempo”, mientras que el clima “es la forma en que la atmósfera se ‘comporta’ durante períodos de tiempo relativamente largos”. Dado que el calentamiento global se entiende como el aumento de las temperaturas medias a lo largo del tiempo, los fenómenos meteorológicos pasan a formar parte de ese promedio, por lo que una bola de nieve no representa un promedio estadístico más que un día cálido en otoño.
Pero las abstracciones estadísticas han contribuido a la idea de que el cambio climático no se puede ver, lo que el antropólogo Peter Rudiak-Gould llama “invisibilismo”. Si se cree que el cambio climático es invisible, escribe en un artículo de 2013 titulado “Lo hemos visto con nuestros propios ojos: por qué no estamos de acuerdo con la visibilidad del cambio climático”, entonces “se convierte en competencia de especialistas, y el papel del público se limita a prestar a esos expertos el apoyo y la confianza que merecen”. La consecuencia es que se minimizan las experiencias cotidianas de las personas. En su artículo, Rudiak-Gould pregunta: “¿Cómo pueden las personas encontrar un significado personal en algo que no ven, en algo que no pueden ver?”
Para alguien propenso al escepticismo, la experiencia de un invierno inusualmente frío (o ver a un senador lanzar una bola de nieve) puede reforzar las dudas. ¿Qué es más real, salir y hundir las manos en un ventisquero o ver un gráfico que muestra el aumento de las temperaturas globales promedio? Para aquellos que no están dispuestos a confiar en los científicos, la experiencia de la nieve es concreta y fiable.
Mientras a muchas personas les puede resultar difícil conectar el cambio climático con su experiencia diaria del medio ambiente, un estudio de 2016 realizado por el Programa de Comunicación sobre el Cambio Climático de Yale encontró que el 70 por ciento de los adultos en los Estados Unidos creen que “el calentamiento global está ocurriendo”. Sin embargo, el mismo estudio mostró que sólo el 40 por ciento de los adultos estadounidenses creen que el calentamiento global los perjudicará personalmente, por lo que la pregunta sigue siendo: ¿Cómo pueden las abstracciones de la ciencia del cambio climático volverse más tangibles, personales y relevantes?
Incluso para la mayoría de los adultos estadounidenses que creen que el calentamiento global es real, la naturaleza abstracta y compleja del problema puede hacer que sea difícil comprender plenamente o preocuparse por el cambio climático a un nivel visceral. Una dificultad es que otros problemas ambientales son más visibles. La gente puede ver cómo se talan bosques, cómo se explota una montaña a cielo abierto o cómo se derrama petróleo en el océano. Pero el dióxido de carbono en la atmósfera es invisible. Sólo podemos ver gráficos o mediciones de los niveles de dióxido de carbono que aumentan con el tiempo.
Los observadores y expertos fuera del campo de la climatología pueden ayudar a cerrar las brechas entre la conciencia intelectual y la experiencia concreta. Rudiak-Gould plantea la pregunta: “¿Se puede presenciar de primera mano, con los sentidos, el fenómeno llamado ‘cambio climático global’?” Mientras que muchos científicos “tienden a considerar el cambio climático como inherentemente indetectable para el observador profano”, escribe, otros, como antropólogos, ambientalistas y comunidades indígenas, “a menudo afirman que el fenómeno no sólo es visible en principio sino que, de hecho, ya está siendo observado”.
Para demostrar que el cambio climático es relevante en la vida diaria de las personas, es esencial abordar la evidencia tangible y concreta que nos rodea. Como escribió el biólogo David George Haskell en un artículo de opinión en The New York Times 2017: “Ahora experimentamos el cambio climático no sólo a través de las abstracciones de la ciencia, sino también a través de la experiencia vivida”. Su declaración representa un cambio crucial de perspectiva. En lugar de invisibilismo, que disminuye lo que la gente puede ver como potencialmente falso e inverificable, la experiencia produce la oportunidad para que las personas sean testigos y validen.
Los esfuerzos que reúnen a personas de diferentes perspectivas y campos están ayudando a que el cambio climático sea más visible para un público más amplio. Por ejemplo, un proyecto con sede en Colorado, Extreme Ice Survey (EIS), instaló cámaras y recopiló fotografías en intervalos de tiempo de glaciares de todo el mundo. Sus fotografías muestran el espectacular retroceso de los glaciares durante las últimas décadas, incluida la reducción del glaciar Sólheimajökull en Islandia. A partir de la solidez de la colaboración entre científicos y fotógrafos, EIS proporciona evidencia clara y visible del cambio. Más allá del retroceso de los glaciares, existen otras innumerables formas en que las personas pueden ver y experimentar el cambio climático.
Cada vez más, la gente ve cómo las flores florecen antes y el hielo se congela más tarde. A medida que el verano pasa al otoño, el último día de calor ocurre cada vez más tarde. En el Ártico, el permafrost se está derritiendo y, en las zonas costeras, las inundaciones por marea alta están aumentando con la subida del nivel del mar. Los agricultores de todo el mundo se enfrentan a estaciones irregulares, lluvias más intensas y sequías más graves. Se produjeron devastadores incendios forestales en California. Como muestran estos ejemplos, las manifestaciones del cambio climático son diversas y variadas. Al presenciar los cambios que nos afectan a cada uno de nosotros localmente, así como los que pueden hacerse visibles desde lejos, es posible cerrar las brechas entre las abstracciones científicas y el mundo que nos rodea.
Sapiens. Traducción: Mara Taylor.