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La baronesa de la vanguardia moderna

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por Elia Torrecilla

Elsa von Freytag-Loringhoven (1874-1927) fue la reina del movimiento cultural y artístico Dadá de Nueva York durante las dos primeras décadas del siglo XX.

En este texto pasearemos con ella por las calles de esta ciudad para conocer la vida y la obra de esta pionera del arte de la performance callejera. También fue precursora de la escultura ensamblada o assamblages y de los readymade, es decir, del uso de objetos cotidianos encontrados, que a priori no poseen valor artístico pero que son elevados a la categoría de arte por la artista.

Según estudios actuales, Elsa es la verdadera autora de “La Fuente” atribuida a Marcel Duchamp.

¿Qué hace una obra de arte paseando por Nueva York?

Elsa von Freytag-Loringhoven es también conocida como la baronesa dandy, tal y como explica Gloria G. Durán en su libro Baronesa dandy, Reina dadá. El título de baronesa le vino dado por su tercer marido, el barón alemán Leopold Freytag-Loringhoven, a quien conoce en Nueva York en 1913. Desde su llegada a esta ciudad en 1910, Elsa trabaja como modelo para artistas y allí conoce a Man Ray, Marcel Duchamp y Djuna Barnes, entre otros. Es entonces cuando comienza su entrega total al arte, convirtiéndose ella misma en una obra en movimiento.

El “yo como arte”

Construye su propia identidad a través de una actitud radical y una vestimenta extravagante con la que atraviesa y subvierte la normalidad: por eso es una dandy o un “yo-como-arte”, que nos sorprende… ¿Qué ocurriría si viéramos pasear desnuda a una mujer por las calles de Nueva York, con la cara empolvada de amarillo brillante, los labios pintados de negro y la cabeza rapada y pintada de rojo?

¿Una punk? ¿Una hípster? ¡Es la inclasificable Elsa! Porque verla caminar por las calles de Nueva York en las primeras décadas del siglo XX era como ver un puzzle sonoro expuesto para ser descifrado: de sus orejas colgaban cucharillas, su cabeza iba cubierta con un sombrero que era en realidad un cubo de cinc adornado con un ramillete de perejil; como sostén, llevaba dos latas de tomate vacías.

Poseedora de una sexualidad explícita y ataviada como la reina de las calles, va celebrando a cada paso la modernidad vanguardista. Además, en ocasiones se pegaba un sello viejo y usado en la mejilla, y se trasladaba de un lugar a otro como si fuera una especie de mujer-postal, exhibiéndose a través de sus “performances espontáneas callejeras”.

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Baronesa trapera

Toda ella es un acontecimiento en el que logra convertir cualquier acto ordinario en poesía. La “reina dadá” camina por el margen y lo ambiguo, atraída por esos espacios de desechos que son los contenedores. De la basura, recopilaba una serie de objetos que le servían no solo como adornos corporales sino también como materia prima para construir sus esculturas ensambladas o assamblages.

Por eso podemos pensar en ella como una “baronesa trapera” que recogía cachivaches de la calle y diseñaba su elegante vestuario, propio de su título nobiliario. Así encontramos en ella un antecedente del arte del reciclaje, y un ejemplo de cómo los desperdicios y la basura no son incompatibles con el glamour, si los usamos con creatividad.

Su primer assamblage conocido surgió el mismo día de su tercera boda, en 1913. De camino a la celebración, se encontró un anillo de hierro que tituló “Enduring Ornament”, considerado por su biógrafa Irene Gammel (2002) el primer readymade: una de las más radicales aportaciones al arte del siglo XX y realizada dos años antes de la llegada de Duchamp y Picabia. Con ello, la barriobajera elegante se apropia de un objeto cotidiano y lo transforma en una pieza artística, algo que será descrito por la autora como un acto de “modernidad cotidiana”. Elsa, la reina dadá, tenía el poder de elevar a la categoría de arte cualquier objeto encontrado.

¿El urinario de Elsa?

De gran olvidada a gran rescatada: ¿es esta mujer la primera que ideó un orinal como obra de arte?

Todas sus aportaciones quedaron a la sombra del gran resplandor del famoso urinario de porcelana que Duchamp presentó para la exposición de la American Society of Independent Artists en Nueva York. Se trata del primer readymade u objeto de uso cotidiano que por primera vez es expuesto en un museo, provocando un gran escándalo. Pero ¿era realmente una idea de Duchamp?

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Como parte de su proceso de autoconstrucción, la baronesa dandy adoptaba diferentes seudónimos. Uno de ellos fue R. Mutt, tal y como explica Marcel Duchamp en una carta que el 11 de abril de 1917 escribe a su hermana Suzzane, también artista plástica. En ella, comenta que una amiga suya, que se hace llamar Richard Mutt, le había enviado desde Filadelfia una escultura que era un urinario.

Curiosamente, en 1917 la artista realiza su obra God –considerada la primera obra del Dadá americano–, una pieza elaborada con una tubería de urinario retorcida y erguida, como un falo que se dirige al cielo, situada sobre un pedestal. Todo ello apunta a que el urinario parece coherente con la trayectoria artística y vital de Elsa y que, efectivamente, sería ella quien ideó un orinal como escultura. Pero, al haber sido expuesta por Duchamp, los historiadores del arte han acabado valorándolo solamente a él. Sí, Elsa lo ideó, pero no fue expuesto por ella en el circuito artístico oficial.

Gracias a nuevos estudios realizados desde otras perspectivas, figuras como la baronesa están siendo rescatadas del olvido y ubicadas en el lugar que les corresponde, cuestionando lo injusto de una narración artística que está siendo necesariamente revisitada. Por todo ello, la baronesa dandy y reina Dadá fue considerada por la revista The Little Review como “la única persona viva en el mundo que viste Dadá, ama Dadá y vive Dadá”.

La soledad y el olvido

Llevando al límite su lema “no soy de nadie”, permaneció fiel a su esencia y fue desapareciendo entre las nieblas de nuevos movimientos artísticos, como el surrealismo, hasta caer en el olvido.

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Sola y olvidada, un día abrió la llave de gas de su apartamento de París y, abrazada a su perro, decidió poner fin a su existencia, sin el reconocimiento a su forma de comprender el arte a través de una vida que escapó a las convenciones sociales.

Pero su actitud sigue viva en la actualidad, en la experimentación del arte desde el propio cuerpo, que lo hace creativo subvirtiendo las reglas establecidas por lo socialmente correcto. Entonces, nuestro mejor reconocimiento hacia Elsa sería: “¡¡Convirtámonos en una obra de arte andante!!”

Fuente: The Conversation

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