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El ginecólogo y su paciente esclava

Publicado el

por Jill Neimark

En junio de 1845, J. Marion Sims, un cirujano de 33 años de Montgomery, Alabama, fue llamado junto a la cama de una adolescente negra embarazada en una plantación cercana. Según Sims, la paciente, llamada Anarcha, había estado de parto durante 72 horas insoportables; el bebé estaba encajado en su pelvis, sus contracciones casi habían cesado y si no se hacía nada, morirían.

Sims, que pasaría a ser considerado el padre de la ginecología moderna y uno de los médicos más reconocidos de Estados Unidos en el momento de su muerte, en 1883, escribió que sacó al bebé, que no sobrevivió, con fórceps. Pero el canal vaginal de la adolescente ya había sido gravemente dañado por la presión implacable del cuerpo del bebé, y días después, el tejido muerto comenzó a desprenderse, dejando dos aberturas, una que exponía su vejiga y otra su recto. La orina, las heces y el gas ahora fluían sin control dentro y fuera de su vagina.

La difícil situación de Anarcha se describe en Say Anarcha: A Young Woman, a Devious Surgeon, and the Harrowing Birth of Modern Women’s Health, un nuevo libro de J.C. Hallman anunciado por el autor como “no ficción especulativa”. El trabajo de Hallman es una empresa enorme pero profundamente defectuosa que se comprende mejor junto con otras historias médicas importantes, como el tour de force de 2007, Medical Apartheid: The Dark History of Medical Experimentation on Black Americans from Colonial Times to the Present, de la especialista en ética médica Harriet Washington, y Tears for My Sisters: The Tragedy of Obstetric Fistula, de 2018, de L. Lewis Wall, obstetra-ginecólogo jubilado y antropólogo médico de la Universidad de Washington en St. Louis.

Igualmente importante es la experiencia vivida por las mujeres negras, incluido un notable libro de poesía de 2018, Anarcha Speaks: A History in Poems, de Dominique Christina, que detalla en imágenes líricas y abrasadoras los mismos eventos tanto desde la perspectiva de Sims como desde la de Anarcha. En gran parte, estos libros parecen fieles a la letra y al espíritu de la historia, mientras que los de Hallman a veces no lo son. Hallman escribe que la Anarcha presentada en su libro es una combinación de “evidencia directa de su existencia” y “probabilidades, inferencias, especulaciones informadas y conjeturas”.

Spencer Platt/ Getty.

La lesión que sufrió Anarcha durante el parto se llama fístula vesico-vaginal (o fístula recto-vaginal, si la abertura es hacia el recto), una condición devastadora que es rara hoy en día en los países ricos pero que no era infrecuente en el siglo XIX, antes del advenimiento de la anestesia moderna y de los avances en cesáreas. Durante ese tiempo, afectó con mayor frecuencia a las mujeres negras esclavizadas, debido a la desnutrición y los embarazos a una edad temprana.

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Según Hallman, Sims estaba obsesionado con curar la aflicción y pasó varios años perfeccionando sus técnicas con cirugías repetidas en, al menos, otras siete mujeres y adolescentes negras esclavizadas (aunque se desconoce el número exacto), a las que alojó en un pequeño “hospital” que había construido detrás de su propia casa. Las fístulas arrebataron todo a quienes las padecían, quienes soportaron un gran dolor y se convirtieron en parias sociales. “Claramente”, escribe Hallman, imaginando la voz de Sims, “el honor esperaba al hombre que podía curar la fístula de una vez por todas”.

Durante casi cuatro años, Sims llevó a cabo estas operaciones sin anestesia, aunque la anestesia con éter se usó por primera vez a los diez meses de haber iniciado su trabajo; muchos médicos tardaron en adoptarla, desconfiando de la sobredosis o la infradosificación. Durante este tiempo, inventó una versión del espéculo, fue pionero en el uso de suturas de plata para prevenir infecciones y diseñó barras delgadas de plomo perforadas para que sirvieran como abrazaderas, junto con un catéter de plata en forma de S con hendiduras y orificios que drenaban la vejiga (lo que permitió que las suturas cicatrizaran mejor después de la cirugía de fístula).

Sus primeros experimentos fueron terribles fracasos, lo que provocó infecciones e incluso sepsis, y aunque las cirugías posteriores redujeron lentamente el tamaño de las fístulas, estas mejoras ofrecieron esperanza pero poco alivio clínico, ya que la orina puede fluir fácilmente a través de pequeñas aberturas.

En 1849, afirmó haber logrado finalmente cerrar las fístulas de Anarcha. Fue su cirugía número 30 y el comienzo del ascenso a la fama de Sims, lo que llevó a la eventual fundación del primer hospital para mujeres en la ciudad de Nueva York y culminó con su elección en 1876 para presidente de la Asociación Médica Estadounidense.

Hallman señala en su introducción que los retratos de la época elogiaban al médico con entusiasmo: “¡Entonces, como un meteorito, apareció el genio de Sims!”, proclamó una revista médica. Pero a fines del siglo XX, la experimentación de Sims con cuerpos negros sin anestesia se consideraba despiadada, deshumanizante y parte del terrible legado de explotación médica de los negros, que incluye el experimento de sífilis de Tuskegee y la complicada historia de Henrietta Lacks. “Marion Sims personifica las dos caras, una benigna y otra malévola, de la investigación médica estadounidense”, según Washington en Medical Apartheid.

Mientras Sims caía en desgracia, Anarcha, Lucy y Betsey, tres jóvenes mencionadas por su nombre en el recuento del cirujano, comenzaron a emerger de la oscuridad, honradas hoy en un imponente monumento llamado Las Madres de la Ginecología, por la artista Michelle Browder, con la ayuda de quince voluntarios, en Montgomery.

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Andi Rice/ Getty

Hallman se adentra en esta tensa historia. Al contar la historia de Sims, Hallman recurre a una gran variedad de fuentes originales, que van desde la propia autobiografía póstuma del cirujano, La historia de mi vida, hasta su correspondencia, los registros de colegas y biógrafos y numerosos artículos de revistas, entre otros documentos. Las huellas que dejó Anarcha son escasas, aunque Hallman parece haberla rastreado donde sea que pudiera encontrarla, e incluso encontró su lápida en un bosque en Virginia. No obstante, admite: “Digamos que Anarcha es un libro sobre un fantasma”.

Para completar la historia y la voz de Anarcha, Hallman, cuyos trabajos anteriores han probado creativamente categorías de no ficción, crea un retrato compuesto, extraído de eventos y recuerdos registrados en cincuenta y cinco volúmenes de entrevistas con personas anteriormente esclavizadas, compiladas por el Proyecto Federal de Escritores de 1936 a 1938. También pasó diez semanas en Etiopía, Nigeria y Uganda, en hospitales de mujeres con fístulas vesico-vaginales. Sin embargo, al final, utiliza el arte del novelista para crear un personaje, colocando su libro de lleno en la tradición de las novelas históricas, que combinan invención y hechos históricos sólidos.

Hallman proporciona una extensa bibliografía online, que en sí misma vale el precio de la entrada, tanto para lectores legos como para académicos: anotando página por página y disponible online en su Anarcha Archive, ofrece una gran cantidad de fotos, cartas y documentos originales.

También hace un trabajo minucioso al detallar la vida del cirujano, aunque el Sims que emerge es cruelmente ambicioso, y sus éxitos e inventos se presentan como peldaños calculados hacia la fama, creando un hombre verdaderamente repugnante: “El cáncer era incluso mejor que la fístula: el hecho de que amenazaba la vida hacía que los pacientes fueran más agradables”.

Anarcha de Hallman, por el contrario, es una trenza de enfermeras talentosas y analfabetos maltratados. Sus frecuentes referencias a “mujeres malditas” y sus “agujeros” y “hedor” se extralimitan y, al menos para esta lectora, carece del testimonio profundamente empático que se ve en Tears for My Sisters.

Una preocupación mayor es la forma en que Hallman ventriloquiza la terrible experiencia de Anarcha. Cuando un cirujano en Virginia reúne a sus colegas para describir la fístula recién reabierta de Anarcha (ya sea debido al fracaso de sus cirugías anteriores o a que el parto reabrió las fístulas, escribe Hallman), imagina al cirujano diciendo que “sus orificios estaban engrosados e indurados por todos los experimentos anteriores”, y escribe que “Anarcha no sabía lo que significaba indurado, pero no sonaba como una buena palabra”.

Un médico que hablara con sus colegas probablemente habría usado el término médico fístula en lugar de agujeros; además, Sims entrenó a Anarcha y a las otras mujeres y adolescentes esclavizadas para que fueran sus enfermeras quirúrgicas. “Sabían más sobre la reparación de fístulas obstétricas que la mayoría de los médicos estadounidenses entre mediados y fines de la década de 1840”, según la historiadora Deirdre Cooper Owens, en Medical Bondage: Race, Gender, and the Origins of American Gynecology, su libro de 2017. En otras palabras, Anarcha no era una ingenua médica.

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En una inquietante escena ficticia, Anarcha es repetidamente violada por detrás por un extraño, en un granero oscuro, lo que lleva a ese primer embarazo: la violación se describe gráficamente, pero Hallman escribe que, aunque “cada parte de ella se encendía y dolía”, ella “no gritaba como los que eran azotados”. Más tarde, Hallman imagina que a Sims “le gustaba operarla” porque “nunca se movía ni emitía un sonido, aunque el dolor era feroz y le llegaba al alma”.

¿Por qué no se mueve ni emite ningún sonido cuando la violan o la operan? La bibliografía de Hallman explica esta elección contrastando la descripción de Sims de Anarcha con sus observaciones del dolor de Lucy y Betsey. Pero, ¿debemos confiar en Sims, el narrador poco confiable de su propia vida? Hallman no confía en él en mucho más. Y aunque Hallman objeta en su nota bibliográfica, escribiendo que no hay razón para creer que el “estoicismo de Anarcha tuvo algo que ver con su raza”, sus floridas descripciones y escenas inventadas van mucho más allá que las notas clínicas de Sims. A pesar de su negación, Hallman parece haber caído presa de la misma ficción que Sims: que los negros no sienten dolor ni vergüenza como los blancos. Una ficción que persiste en la actualidad.

Estos defectos atraviesan Say Anarcha y recapitulan los daños que ya sufrieron estas mujeres y adolescentes negras. Aun así, el libro es absorbente en sus detalles y se espera que atraiga más atención a este capítulo de la historia médica, así como al sufrimiento que continúa hoy en día en partes de África, donde las fístulas obstétricas no son infrecuentes, y que Hallman detalla en su epílogo.

Además, los académicos pueden acceder a los libros de casos de pacientes de Sims desde la década de 1850 en adelante, después de sus cirugías en Anarcha, que han sido digitalizados en los archivos de Arthur H. Aufses, Jr., médico en Mount Sinai.

Y si están buscando lo que podría ser la evocación más cercana de la voz enterrada durante mucho tiempo de Anarcha, no necesitan ir más allá del poema de Dominique Christina de 2018, “Anarcha Will Speak and It Will Be So”: “yo, una herida salada./, yo, decepcionada por todo,/ profana,/ esto”.

Fuente: Undark/ Traducción: Sarah Díaz-Segan

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