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¿Es Nueva York una ciudad resiliente?

Publicado el

por Cem S. Kayatekin

A principios de marzo de 2019, el entonces alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, se manifestó en contra de lo que consideraba “la mayor amenaza para nuestra supervivencia”. ¿El peligro? Ese cuerpo de agua en los bordes de la ciudad, listo para consumir partes significativas del tejido urbano con las olas y las mareas de las próximas décadas.

La esencia del plan de 10.000 millones de dólares para “blindar” Manhattan del cambio climatico consiste en hacer que sea más grande. Literalmente. Extender la huella del Bajo Manhattan a los cursos de agua circundantes y establecer bermas lo suficientemente altas para mantener a raya a las fuerzas hidrológicas del siglo XXI.

Cuando se discute el tema de la resiliencia urbana, este suele ser el tipo de propuesta que nos viene a la mente. Alteraciones en las infraestructuras que preparan una ciudad para los efectos del cambio climático. Mejoras sistémicas para una mayor densidad de población por venir. Reevaluar las estrategias de inversión urbana con el fin de reducir la huella de carbono. Apoyar la biodiversidad localizada. Y así sucesivamente.

Tendemos a pensar en la resiliencia como un marco de referencia para hacer que los sistemas de una ciudad sean inteligentes, robustos, eficientes, de alto rendimiento, etc. Lo que no se considera de manera tan amplia o rigurosa es la equidad. El derecho a la ciudad. El derecho a vivir en la ciudad. El derecho a trabajar en la ciudad.

Alquileres imposibles

“Nueva York, Nueva York. Tan buena que la nombraron dos veces”. Así suena la canción. Sin embargo, en esta lírica ciudad, las estadísticas del propio Ayuntamiento muestran que más de la mitad de sus ciudadanos se enfrentan a una carga del alquiler que apenas pueden pagar. Más del 30% de sus ingresos se destinan a la vivienda.

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Para anticiparse a un argumento común, seamos claros aquí. Este número no es un resultado orgánico del crecimiento urbano; es un resultado orgánico de la incapacidad o falta de voluntad de una ciudad para proteger el derecho fundamental de una vida asequible en el contexto del crecimiento urbano.

Incluso en comparación con muchas ciudades en Europa, Nueva York se encuentra en una situación particularmente especial en lo que respecta a su crisis de vivienda.

El drama de los desahucios

Unas cuantas capas más de la narrativa a tener en cuenta. En 2017-2018, un promedio de 16 familias perdieron sus hogares en Brooklyn cada día, y se presentaron 232.000 casos de desalojo contra inquilinos en toda la ciudad.

Y dentro de ese mismo lapso de tiempo, se sucedieron las prácticas de algunos arrendadores que buscan desalojar por la fuerza las viviendas, por ejemplo, cortando la calefacción del apartamento de una joven pareja en pleno invierno y luego amenazarles con notificar a los servicios sociales que tienen a su bebé de tres meses en un hogar sin calefacción.

La propiedad inmobiliaria

La oficina independiente de presupuestos de Nueva York creó una infografía que sirve para ilustrar la relación histórica de la ciudad con la propiedad inmobiliaria. O más específicamente, con el impuesto sobre la propiedad. En 1929, un sorprendente 94,8% del presupuesto municipal de Manhattan provino de esa tasa. Ya para 2017, este porcentaje había disminuido hasta el 44,9%.

Si bien Nueva York no es la única en tener una fuerte dependencia del impuesto a la propiedad inmobiliaria como fuente de ingresos municipales, sigue siendo un número excepcionalmente alto.

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La ciudad de Nueva York, como muchas otras, tiene una relación poco saludable con la propiedad inmobiliaria. Es “una ciudad en la que se construye” y como se puede ver en la propuesta de su alcalde, en luchar con uñas y dientes para preservar los bolsillos críticos de la propiedad inmobiliaria. Poco sorprendente, ya que su estructura financiera subyacente está fuertemente vinculada a la propiedad inmobiliaria de valor muy alto.

¿El dilema? Nueva York no es solo el Bajo Manhattan. La ciudad no es su propiedad inmobiliaria.

El alcalde de Blasio habló de una “amenaza existencial” para la ciudad. Sin embargo, su propuesta trataba de proteger una fracción del tejido urbano bajo su gobierno. Una fracción de la ciudad, escasamente poblada en comparación con la metrópolis más amplia. Una fracción de una ciudad que contiene propiedades inmobiliarias con un valor de alrededor de $60 mil millones.

Qué necesita la ciudad

Nueva York necesita viviendas asequibles. También maximizar los valores de la propiedad inmobiliaria para llenar sus arcas. Restringir el valor de la vivienda naturalmente restringe la valoración de la propiedad inmobiliaria. Y así, innumerables administraciones van y vienen, hablando de la crisis de la vivienda, hablando de la necesidad de establecer una oferta de vivienda asequible a largo plazo.

Y sin embargo, las herramientas más importantes de Nueva York para ayudar el acceso a la vivienda (por ejemplo, 421-a) siguen teniendo fecha de caducidad que parecen garantizar que todos los alcaldes puedan continuar haciendo campañas electorales basadas en resolver la misma crisis de la vivienda que recorre cíclicamente la ciudad.

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En ambos casos, hay una incapacidad fundamental para ir en contra de los intereses de la propiedad. ¿Qué se está discutiendo entonces con este tema de la resiliencia urbana en el siglo XXI? ¿La resiliencia de la ciudad o de su propiedad inmobiliaria?

Nueva York, junto con otras ciudades de todo el mundo, habla de apoyar la resiliencia. De apoyar un tejido urbano inclusivo. Sin embargo, tal como está hoy en día, parece encontrar grandes dificultades para tomar decisiones claras sobre lo que más conviene.

Es decir, porque se tiende a confundir instintivamente la ciudad con su propiedad inmobiliaria. O, más bien, para mantenerse a flote financieramente, debe combinar ambas. Y con esta amalgama, esta confusión, la búsqueda de la capacidad de recuperación, la vivienda, la equidad, parecen estar destinada a fallar de forma recurrente.

¿Resiliencia urbana? El océano, la casa, son fuerzas que se tienen que reconocer. Pero también lo es el Ayuntamiento y sus ataduras financieras que moldean las capacidades éticas de la ciudad. Innovar, explorar, reexaminar las estructuras de las finanzas y la gobernanza municipales, estas son las tareas críticas para la ciudad resiliente.

Fuente: The Conversation

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