por Ryan Anderson
Hay diferentes cosas que me llevaron a la antropología. Una de ellas fue el 11 de septiembre. Más específicamente, fue cuántas personas en Estados Unidos respondieron al 11 de septiembre, incluidas personas que yo conocía bien. Hubo un momento, justo después del 11 de septiembre, cuando todos nuestros televisores estaban llenos de imágenes de pérdida, tristeza y miedo, en el que sentimos que las cosas podían seguir de una manera u otra. Junto a toda esa pérdida había imágenes de esperanza, ayuda, comprensión y comunidad. Parecía que todavía existía alguna posibilidad de que Estados Unidos pudiera responder a los acontecimientos del 11 de septiembre con algo más que miedo, odio y más violencia.
Como todos sabemos, eso no sucedió.
Estados Unidos terminó en dos guerras que duraron más de una década. Junto con esas guerras, la xenofobia, la deshumanización y el racismo explotaron, se intensificaron e impregnaron la vida cotidiana de la sociedad estadounidense durante años (como ha sucedido antes y sigue sucediendo ahora). Recuerdo los informes de ataques a comunidades sij, toda la paranoia en los aeropuertos sobre personas que “parecían sospechosas” y, por supuesto, la islamofobia despiadada y cada vez mayor. El miedo era implacable.
Resultaba difícil comprender cuán profundo era realmente ese miedo y cuán cerca estaba. Hay una conversación con un amigo que nunca olvidaré. Conocía a esta persona desde hacía varios años y la consideraba un ser humano agradable y razonable. Estábamos hablando del 11 de septiembre y de lo que Estados Unidos podría hacer a continuación. Cuando le pregunté qué pensaba que debería hacer Estados Unidos, dijo: “Creo que deberían convertir todo Oriente Medio en un estacionamiento de cristal”.
No estaba bromeando y yo me quedé sin palabras. Simplemente en shock. Me hizo darme cuenta de cuán rápida y profundamente el miedo puede establecerse y moldear las creencias, las palabras y la política de las personas. Fue una deshumanización tan alegre y masiva de millones y millones de personas: simplemente bombardear toda la región con armas nucleares.
Ese nivel de miedo, odio y deshumanización se puede controlar de muchas maneras. La invasión de Irak, que no tuvo nada que ver con el 11 de septiembre, fue posible gracias a la xenofobia y el miedo masivos que surgieron a partir del 11 de septiembre. Fue un momento en el que las acciones de un grupo muy específico de personas se utilizaron para justificar la violencia contra millones de personas. Hoy, unas dos décadas después, asistimos a un proceso similar en otra parte del mundo, basado, una vez más, en la deshumanización y el miedo extremos.
Esa conversación que tuve hace mucho tiempo sobre el 11 de septiembre me empujó a buscar algo, algún método, algún tipo de respuesta a lo que le estaba sucediendo a la gente a mi alrededor. La antropología, por muy problemática que pueda ser, ha sido, para mí, un vehículo para intentar afrontar este tipo de procesos. Ha sido ese método, esa cosa, lo que me ha ayudado a intentar no sólo comprender sino también intentar cambiar, en cualquier pequeña forma posible, el mundo que me rodea. Lo veo, principalmente, como una disciplina que puede y debe enfrentar la deshumanización, ya sea que esa deshumanización sea amplia y estructural o el tipo de versión mundana que surge, a veces inesperadamente, en las conversaciones cotidianas con personas que crees conocer.
Fuente: AnthroDendum/ Traducción: Alina Klingsmen