Una de las primeras definiciones de buena oratoria que aprendí como polemista universitaria y estudiante de retórica provino del antiguo erudito y profesor de retórica romano Quintiliano. En su Institutio Oratoria de doce volúmenes, Quintiliano dijo que el orador ideal era una buena persona que hablaba bien. Estaba particularmente preocupado por el peligro que podría representar para la sociedad un retórico hábil y carente de carácter.
Un debate presidencial debería contar con oradores ideales: oradores hábiles que también sean personas de carácter. El debate del 27 de junio ofreció a los votantes un escenario de dos o tres opciones.
El expresidente Donald Trump se mostró agresivo, confiado y disciplinado, pero salpicó sus comentarios con un flujo constante de mentiras, verdades a medias y desinformación. El presidente Joe Biden se centró en el historial documentado de Trump, tanto criminal como político, pero fracasó como orador y no demostró nada del carisma y dominio que exhibió durante su más reciente discurso sobre el Estado de la Unión hace apenas cuatro meses.
El contraste quedó claro al comienzo del debate cuando Dana Bash de CNN preguntó a Trump si bloquearía el acceso a los medicamentos abortivos. Trump dijo que no lo haría. Luego afirmó falsamente que, en el período previo a la decisión de la Corte Suprema de 2022 que anuló Roe v. Wade y eliminó la protección federal del derecho al aborto, “todos querían devolverlo a los estados, todos, sin excepción”.
Luego, Trump se ofendió y acusó a los demócratas de quitarle “la vida a un niño en el octavo o noveno mes, incluso después del nacimiento”.
La respuesta de Biden fue inicialmente clara y decidida: “Lo que hiciste fue algo terrible”, dijo. Y rechazó la absurda afirmación de que “todos” querían que se anulara Roe vs. Wade, diciendo que “la idea de que los estados puedan hacer esto es un poco como decir que vamos a devolver los derechos civiles a los estados (y ) dejar que cada estado tenga una regla diferente”.
Pero el resto de la respuesta de Biden fue confusa. Después de “desviarse inexplicablemente” hacia una anécdota sobre una mujer asesinada por un inmigrante indocumentado, Biden expresó su apoyo al derecho de las personas a elegir diciendo en tres ocasiones distintas que la decisión debería corresponder a un médico, y no a la persona embarazada.
Trump cerró el segmento reiterando su descarada mentira en términos más contundentes: “Eso significa que puede quitarle la vida al bebé, en el noveno mes e incluso después del nacimiento, porque algunos estados, gobernados por demócratas, la quitan después del nacimiento”. La verificación de hechos de esta afirmación por parte de Associated Press es sucinta: “El infanticidio está penalizado en todos los estados, y ningún estado ha aprobado una ley que permita matar a un bebé después del nacimiento”.
Después de casi una década de exposición a la habitual desinformación de Trump, las mentiras sobre estados que asesinan bebés tal vez no destaquen como impactantes en un debate presidencial. Y, ciertamente, es un argumento que a Biden debería haberle resultado fácil refutar.
Pero si la población debe elegir entre una buena persona y alguien que habla bien, Quintiliano nos recordaría que alguien que habla bien pero no tiene integridad es peligroso.
Las consecuencias para la república podrían ser nefastas.
Conversation. Traducción: Tara Valencia