por Norma Hilton
Realmente nunca me di cuenta de cuán vulnerables eran los periodistas al trauma hasta que acepté un trabajo como reportera de investigación. Pasé la mayor parte de 2021 y 2022 verificando, analizando y escribiendo historias sobre asesinatos seguidos de suicidios.
Todas las mañanas me preparaba una taza de café en mi departamento de la ciudad de Nueva York, luego me sentaba en mi escritorio para analizar casos de asesinatos seguidos de suicidio, un total de 1500 al año en los Estados Unidos en ese momento.
Estaba consumida por mi trabajo. Estaba revisando todas las noticias sobre un asesinato seguido de suicidio específico, verificando la precisión de los hechos, como la ortografía de los nombres, las edades de los perpetradores y sus víctimas y los detalles de dónde ocurrieron los sucesos y cómo se llevaron a cabo.
En un caso, pasé un mes calculando el número de niños asesinados por sus padres en varias partes del país. Cuando vinieron a visitarme familiares a los que no había visto en cuatro años, pasé la mayor parte de su viaje en otro lugar, entrevistando a expertos en armas y violencia doméstica.
Algunas historias fueron espantosas y gráficas, como el caso de José Valdivia en California, quien mató a su ex esposa e hijos el día después de que ella solicitara una orden de restricción; luego se suicidó con el arma que había usado para matarlos. Ese fue uno que me golpeó especialmente fuerte; yo vivía sola, y cada vez que veía a un niño con sus padres, trataba de averiguar qué podría desencadenar un evento tan horrible.
Era importante tratar de entender por qué un padre quitaría la vida a su propio hijo. Pero sentí que estaba tratando de justificar estos actos atroces y no quería hacerlos aceptables.
Los periodistas están capacitados para ser objetivos y neutrales, por lo que podemos informar sobre eventos, sin importar cuán perturbadores sean, sin involucrarnos emocionalmente.
Pero mantenerse distanciada era imposible.
Estrés periodístico
El estrés tiene efectos perjudiciales en el cuerpo. Tenía migrañas frecuentes y no podía dormir. No podía silenciar mis pensamientos y calmar el caos en mi cabeza. Comencé a sentirme claustrofóbica en entornos desconocidos y saltaba ante ruidos fuertes repentinos. Me sentía insegura y ansiosa.
Mis sentimientos no tenían sentido para mí porque no había sido testigo de un crimen ni había informado sobre uno directamente y, sin embargo, estaba profundamente afectada, física y emocionalmente.
Mi experiencia fue solo un ejemplo de la creciente incidencia del estrés entre periodistas. Cubrir guerras, enfermedades y muertes es estresante, y esto se ve agravado por cargas de trabajo cada vez más exigentes y una seguridad laboral incierta.
Datos sobre salud mental
El Foro de Periodismo Canadiense sobre Violencia y Trauma analizó la salud mental de más de 1200 periodistas a fines de 2021. Más de dos tercios sufría de ansiedad, el 46 por ciento informó depresión y el 15 por ciento dijo que había experimentado un trastorno de estrés postraumático en los últimos cuatro años.
Anna Mortimer es una ex periodista que fundó The Mind Field, un grupo que brinda terapia a periodistas y trabajadores humanitarios de forma remota en todo el mundo.
“Es posible que un periodista no identifique el problema tan rápido y se sienta más avergonzado de mostrarlo que alguien que fue un espectador por otras razones”, dice Mortimer. “Creo que los periodistas esperan ser menos vulnerables, menos afectados, pero no es así. El hecho de que seas un testigo y no un participante, no significa que no lo llevarás contigo para siempre”.
Los problemas de salud informados a los terapeutas de The Mind Field incluyen insomnio, pesadillas, flashbacks, ansiedad general y síntomas físicos más obvios como dolores de cabeza o problemas gástricos. Muchos periodistas también recurren a estrategias de afrontamiento como el consumo excesivo de alcohol o la dependencia de drogas.
Exposición a eventos traumáticos
La definición clínica de trauma evolucionó, ya que los eventos que lo provocan se volvieron más complejos. Las investigaciones muestran que los periodistas pueden verse “afectados negativamente por factores estresantes emocionales y que la mayoría de los periodistas están expuestos a eventos potencialmente traumáticos al menos una vez en su carrera”.
“Si estás expuesto a imágenes visualmente perturbadoras en tu línea de trabajo, eso ahora se considera suficiente estrés para causar un trastorno de estrés postraumático”, dice Anthony Feinstein, profesor de psiquiatría en la Universidad de Toronto y un destacado experto en el trauma que enfrentan los periodistas
Agrega: “No estás siendo amenazado directamente, pero las imágenes frente a ti pueden ser muy perturbadoras. Entonces, todavía lo presencias indirectamente”.
Algunos factores pueden aumentar la vulnerabilidad de un periodista y aumentar su riesgo de desarrollar estrés post traumático. En un estudio de 2017, los investigadores que trabajan con periodistas en Europa descubrieron que el riesgo aumenta si un periodista es atacado o lesionado física o verbalmente en el trabajo.
Los cambios inexplicables en el lugar de trabajo, los estilos de liderazgo inconsistentes y los conflictos con los supervisores exacerban el problema. Además, los periodistas que intentan proteger sus emociones a través de mecanismos de afrontamiento como la negación, la desconexión del comportamiento y la autodistracción han informado síntomas de estrés post traumático más graves.
El problema se ve exacerbado por los límites en rápida expansión del periodismo. Ahora los periodistas trabajan con frecuencia con contenido generado por el usuario, incluidas imágenes violentas y material de video transmitido a las salas de redacción desde fuentes en el terreno. La exposición frecuente a contenido perturbador, como el de la guerra en Ucrania o los disturbios políticos en los Estados Unidos, presenta nuevos desafíos para los periodistas, dice Feinstein.
“La mayoría de los periodistas nunca desarrollarán estrés post traumático o depresión”, dice. “Sin embargo, la minoría que lo hace es bastante significativa y bastante más alta de lo que se vería en la población general. Y ese punto es muy importante”.
La música ha sido mi mayor consuelo y algo a lo que recurro todos los días. Hablar con mis amigos y familiares sobre mi estado mental, incluso cuando es incómodo, me ha ayudado inmensamente.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Mara Taylor