por Matt Simon
Si te cuesta caminar más, no es necesariamente una falta de fuerza de voluntad. Las ciudades estadounidenses se diseñaron para priorizar los autos y, a la vez, impedir el paso a los peatones: muy pocas aceras, avenidas anchas que dividen barrios y estacionamientos extensos en lugar de parques. Sin embargo, una y otra vez, los estudios señalan los abundantes beneficios para la salud física y mental de simplemente poner un pie delante del otro, sobre todo para los adultos mayores y las personas con discapacidades que no pueden hacer ejercicio riguroso como correr. Esto sin mencionar los beneficios climáticos de caminar más y conducir menos.
Es razonable suponer que si las ciudades fueran más accesibles a pie, con puentes peatonales, aceras e intersecciones más seguras, la gente se animaría a pasear más. “Todos tenemos vidas muy ocupadas, y nuestros comportamientos a menudo están muy moldeados por el entorno en el que trabajamos, vivimos y nos divertimos”, dijo Karen Lee, investigadora de salud pública en la Universidad de Alberta. “Si es fácil hacer algo, en general, lo vas a hacer más y es probable que lo mantengas por más tiempo”.
Pero cuantificar la influencia de la accesibilidad a pie en el ritmo de caminata ha sido un desafío. Con ese fin, los investigadores utilizaron un enorme conjunto de datos de más de 5400 usuarios de la aplicación de seguimiento de actividad Azumio Argus para ver qué sucedía cuando esas personas se mudaban de ciudades con bajos puntajes de accesibilidad a pie a ciudades con puntajes altos, o viceversa. En conjunto, estas personas se reubicaron casi 7500 veces entre 1600 ciudades de Estados Unidos. Por ejemplo, es posible que se hayan mudado de Dallas, con un puntaje de 45, a Chicago, con un puntaje de 78.
El impacto de la accesibilidad urbana a pie fue drástico. En promedio, las personas registraban 5574 pasos por día, pero esa cifra saltaba en 1100 pasos si se mudaban de un lugar con baja accesibilidad a pie a uno con alta accesibilidad, el equivalente a 11 minutos adicionales de caminata por día. En una interesante simetría, las personas que se mudaban en la otra dirección reducían su caminata en una cantidad similar. Las personas que se mudaban a la excepcionalmente accesible Nueva York (con un puntaje de 89) o se iban de ella mostraron una ganancia o pérdida aún más drástica de 1400 pasos diarios.
La simetría en los pasos ganados o perdidos con cada mudanza demuestra que la tendencia no se trata de elecciones de estilo de vida, sino de la influencia del hábitat urbano en sí mismo. “La clave absoluta era crear este experimento natural para observar a la misma persona en varios entornos diferentes”, dijo Tim Althoff, científico informático de la Universidad de Washington y autor principal de un nuevo artículo que describe los hallazgos en la revista Nature. “Eso realmente nos dio pruebas sólidas de que no es solo el contexto personal, sino también el entorno, lo que influye en la cantidad que caminas”.
Entonces, ¿qué es exactamente la accesibilidad a pie? En pocas palabras, es una medida de la facilidad con la que puedes llegar a lugares esenciales a pie. Si puedes hacer todas tus diligencias diarias sin un auto, es probable que vivas en algún lugar con un puntaje entre 90 y 100. Entre 70 y 89, puedes hacer la mayoría de tus diligencias a pie, y entre 50 y 69, algunas de ellas. (Puedes encontrar el puntaje de tu barrio aquí).
Idealmente, un área debería estar repleta de escuelas, restaurantes, parques y tiendas, por lo que un factor determinante aquí es la densidad. Mientras que Dallas tiene un puntaje de accesibilidad de 45 en parte porque se extiende, Nueva York presume de un 89 porque 8.5 millones de personas viven en viviendas densas rodeadas de todo tipo de servicios. Pero la Gran Manzana también ofrece una vasta red de aceras y otra infraestructura que facilita el movimiento de las personas que se desplazan a pie, lo que también hace que sea más fácil para las personas con discapacidades moverse. “Invertir en aceras, intersecciones seguras y zonificación de uso mixto que coloque parques y tiendas más cerca de los hogares no es solo una comodidad”, dijo Althoff. “Es una inversión directa en la salud a largo plazo de tus ciudadanos”.
Las grandes ciudades no son las únicas con accesibilidad a pie. Cualquier comunidad puede tener al menos un núcleo accesible a pie; piensa en los pintorescos pueblos de la región central de Estados Unidos, donde las barberías colindan con las tiendas de comestibles y las ferreterías. Antes del automóvil, era simplemente obvio, desde un punto de vista logístico, que los residentes hicieran un solo viaje a la calle principal para hacer todas sus diligencias. Pero una vez que llegó el auto, la expansión urbana se afianzó y los negocios y servicios se expulsaron de los centros de la ciudad. Luego, las grandes tiendas de cadenas se establecieron en los suburbios y, más tarde, en las zonas extrarrurales, con sus vastos estacionamientos. Ese cambio tuvo un costo económico oculto: la investigación muestra que las calles accesibles a pie aumentan significativamente las visitas a tiendas minoristas en comparación con las áreas centradas en el automóvil.
Si bien el entorno construido podría no parecer fácil de cambiar, las ciudades tienen varias formas de hacerse más aptas para los peatones. “Una es la calle misma: calmar el tráfico, facilitar el cruce, reducir el ruido, el estrés y el miedo que se asocian con este tipo de lugares”, dijo Mike McGinn, exalcalde de Seattle (puntaje de accesibilidad: 73), quien ahora es director ejecutivo de America Walks, una organización sin fines de lucro que aboga por la accesibilidad a pie.
Otra táctica es crear más parques, por ejemplo, en lotes abandonados, donde las personas pueden pasear y evitar los autos por completo, e incluso cultivar espacios verdes más pequeños a lo largo de las carreteras. Plantar más árboles a lo largo de las aceras también proporciona sombra, lo que ayuda a aumentar la accesibilidad a pie en un verano sofocante. Estos trozos de vegetación también reducen las temperaturas urbanas, mitigan las inundaciones al absorber el agua de lluvia y apoyan la biodiversidad, especialmente los insectos polinizadores. Aún mejor, estos espacios pueden tener bancos para que las personas descansen durante sus caminatas.
Estas modificaciones en los barrios animan a los residentes a hacer más ejercicio, consciente o inconscientemente. La Organización Mundial de la Salud recomienda que los adultos hagan 150 minutos de ejercicio de intensidad moderada (que incluye caminar, jardinería y andar en bicicleta sin prisa) por semana, pero un tercio de las personas en todo el mundo no alcanzan esa meta. “Sabemos que adherirse a estas recomendaciones de actividad física es realmente importante para prevenir enfermedades crónicas, promover una salud mental positiva, prevenir la mortalidad prematura”, dijo Stephanie Prince Ware, una científica investigadora que estudia el entorno construido y la actividad física en la Agencia de Salud Pública de Canadá y la Universidad de Ottawa, pero que no participó en el estudio. “Cada movimiento cuenta, y la idea es que queremos que la gente se mueva tanto como pueda”.
De hecho, si cada ciudad de Estados Unidos tuviera la misma accesibilidad a pie que Chicago, 36 millones de estadounidenses más cumplirían con las pautas de actividad física, calculó Althoff. “Si bien el cambio de comportamiento individual es importante”, dijo Althoff, “nuestro trabajo demuestra que crear entornos que faciliten la actividad puede servir como un poderoso complemento, facilitando que poblaciones enteras lleven vidas más saludables”.
Grist. Traducción: Walter A. Thompson