por Mara Taylor
Donald Trump repitió una afirmación falsa y extraña de que los inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, secuestraron y comieron a las mascotas de sus vecinos. “En Springfield se están comiendo a los perros. La gente que llegó se está comiendo a los gatos. Se están comiendo las mascotas de la gente que vive allí”, dijo. Sí, dijo eso.
La afirmación de Trump de que los inmigrantes haitianos comen gatos y otras mascotas no solo es incorrecta en cuanto a los hechos, sino también inquietantemente xenófoba. Como muchos de los comentarios incendiarios de Trump, la afirmación se basa en estereotipos dañinos que deshumanizan a las comunidades inmigrantes, reforzando viejos tropos racistas que pintan a ciertos grupos como “incivilizados” o “peligrosos”. Al hacerlo, aviva el miedo y la división, explotando la ignorancia para obtener ganancias políticas.
Para empezar, no hay evidencia creíble de que los inmigrantes haitianos, como grupo, participen en el consumo de mascotas domésticas. Aunque las prácticas alimentarias en todo el mundo varían enormemente debido a la cultura, la tradición y el acceso a los recursos, la observación de Trump es una caricatura sin fundamento que pasa por alto las verdaderas dificultades que enfrentan los migrantes haitianos, que a menudo huyen de la inestabilidad política, los desastres naturales y la pobreza extrema. Reducir a un pueblo complejo a estereotipos degradantes no solo lo deshumaniza, sino que distrae de los problemas humanitarios más amplios en cuestión, como la necesidad de una reforma migratoria integral y el apoyo a las poblaciones vulnerables.
Lo que es particularmente preocupante en la declaración de Trump es cómo refuerza un patrón de alteridad racial. Los inmigrantes, especialmente los de países no europeos, han sido objeto durante mucho tiempo de afirmaciones de que de alguna manera son incompatibles con las normas “estadounidenses”, ya sea a través de afirmaciones exageradas sobre el crimen, la salud o, en este caso, extraños hábitos alimentarios. Al señalar a los haitianos con acusaciones tan infundadas, Trump está perpetuando una narrativa racista que busca pintar a ciertos grupos como “otros”, utilizando el miedo para fomentar un entorno donde la exclusión y la hostilidad hacia los inmigrantes se normalizan.
“Al hablar de gatos y perros en Springfield, Trump, Vance y sus partidarios de derecha están difundiendo el mismo tipo de retórica antihaitiana que ha sembrado una desconfianza dañina hacia los inmigrantes haitianos durante más de un siglo”, dijo Nathan H. Dize, profesor adjunto de francés en la Universidad de Washington en Saint Louis.
Esta retórica tiene consecuencias peligrosas. Al demonizar a los inmigrantes, alimenta el prejuicio y puede conducir a la violencia y la discriminación en el mundo real. La historia ha demostrado repetidamente que las palabras importan, especialmente las palabras de las figuras públicas. En un momento en que Estados Unidos está profundamente dividido, los comentarios de Trump avivan las llamas del resentimiento racial, en lugar de alentar la empatía y la comprensión.
En última instancia, la afirmación de Trump no hace nada para promover un diálogo significativo sobre la inmigración o la diversidad cultural. En cambio, representa un intento cínico de dividir a las comunidades mediante la desinformación. Una conversación seria sobre la inmigración debe centrarse en políticas que aborden las causas fundamentales de la migración, fomenten la integración y apoyen la dignidad humana, no en propagar estereotipos ofensivos y sin fundamento.