por Emma Shortis
Ayer, en la Rotonda del Capitolio en Washington DC, el 47º Presidente de los Estados Unidos prestó juramento. La segunda era Trump ha comenzado.
En su discurso inaugural, Trump delineó una agenda radical para reconfigurar la vida estadounidense y el papel de los Estados Unidos en el mundo. Como se predijo ampliamente, el discurso de Trump se centró en las mismas cosas en las que se ha centrado incansablemente durante años: inmigración, combustibles fósiles, venganza y retribución, y un nacionalismo agresivo de “Estados Unidos primero”, un nacionalismo que rápidamente se está transformando en imperialismo descarado.
Si bien el discurso en sí no tuvo nada de especial –un esfuerzo estándar de Trump en su mayor parte indistinguible de innumerables otros– marca el comienzo de una segunda administración que será radicalmente diferente de la primera.
La narrativa de victimización de Trump, sus ataques a los grupos vulnerables y el enfoque en su base continuarán. Pero esta vez están respaldadas por un nivel de preparación para la acción que no existía en 2016.
Sobre la inmigración: “Nuestra soberanía será recuperada”
Como el propio Trump señaló en algunos comentarios improvisados después de salir de la Rotonda, estuvo hablando de la “crisis fronteriza” desde que descendió por primera vez por esa escalera mecánica dorada en 2015.
La invocación de Trump (o más probablemente, de su redactor de discursos) de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, por ejemplo, hizo un guiño a la profundidad del conocimiento legal e histórico incorporado, y a cómo ese conocimiento se utilizará como arma contra las instituciones del poder estadounidense.
Trump sigue culpando a la inmigración “ilegal” de los problemas de Estados Unidos. En las primeras horas de su presidencia, prometió declarar una “emergencia nacional en nuestra frontera sur” y desplegar tropas.
Aunque los esfuerzos de la nueva administración por reformar radicalmente el sistema de inmigración y llevar a cabo deportaciones masivas inevitablemente se verán envueltos en el caos, esta segunda administración aprendió las lecciones de la primera. Trump entiende lo políticamente eficaz que puede ser atacar a las minorías y a las personas vulnerables, trasladando la culpa de los grandes problemas estructurales a grupos externos como los inmigrantes o las personas transgénero.
Sobre el clima: “Perforad, nena, perforad”
La otra emergencia, como Trump la describió ayer y lo ha hecho muchas veces antes, es la de la “energía”. Trump y los poderosos intereses que lo apoyan han afirmado durante mucho tiempo que la acción climática socava el poder estadounidense.
Al declarar una “emergencia” energética nacional, Trump espera facilitar el camino para obtener más y más rápidos permisos para la extracción y el uso de petróleo y gas, a pesar de los esfuerzos del presidente saliente Joe Biden por frustrarlo.
Trump ya ha firmado una orden para retirar a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París por segunda vez. Mientras Los Ángeles sigue ardiendo, el mundo ya no puede esconderse detrás del “liderazgo” estadounidense en la acción climática. Trump ha dejado el campo libre; la pregunta ahora es, ¿quién lo ocupará?
Sobre la justicia: “Un mandato para revertir total y completamente una horrible traición”
Trump ha prometido desde hace mucho tiempo venganza y retribución para aquellos que percibe que le han hecho daño, por lo que no sorprende que este tema haya sido prominente en su discurso inaugural.
Prometió, una vez más, detener la “utilización como arma” del Departamento de Justicia. Se espera ampliamente que su candidata a fiscal general, Pam Bondi, sea una soldada de infantería eficaz en la guerra de Trump contra las instituciones, y que actúe en nombre de su jefe.
Trump también revivirá el “Anexo F” mediante una orden ejecutiva, que teóricamente le permitirá reclasificar y luego despedir a miles de funcionarios públicos independientes y reemplazarlos con lacayos en agencias y departamentos del gobierno federal. Ya se están destituyendo funcionarios del Departamento de Justicia.
Y, también como se predijo, se ha apresurado a indultar a los insurrectos del 6 de enero, a quienes se refiere como “rehenes”.
Sobre el mundo: “Un pacificador y unificador”
La versión de “paz” de Trump y su promesa de “detener todas las guerras” deben entenderse en el contexto de su renacimiento imperial. Como él mismo señaló con tanta claridad, la “construcción de la paz” de Trump es, de hecho, la afirmación agresiva del dominio estadounidense, en el hemisferio occidental y más allá.
En el Canal de Panamá, por ejemplo, Trump fue inequívoco: “Lo estamos recuperando”. Este imperialismo descarado no se limita ni siquiera a este planeta. Trump también esbozó una visión para conquistar Marte, que describió como el “destino manifiesto” de Estados Unidos.
Trump aparentemente está contento de dejar ese destino en manos de Elon Musk, cuya invocación del “futuro de la civilización” (junto con no uno sino dos saludos aparentemente de estilo nazi durante la ceremonia) no deja dudas sobre la naturaleza de estas aspiraciones.
Ahora que es oficialmente presidente de Estados Unidos, Trump ha esbozado su visión radical para el país y el mundo. Aunque no hay una estrategia coherente detrás de esa visión, sus objetivos son claros. Trump y sus aliados buscan construir una nueva “época dorada” para su particular versión de Estados Unidos: un Estados Unidos radical, agresivo e implacable. Ese Estados Unidos bien podría ser, como afirmó Trump, “mucho más excepcional que nunca”.
Conversation. Traducción: Tara Valencia.