por Mary Gardiner y Helen Roy
La mariquita asiática multicolor puede parecer simpática, pero es un insecto voraz y una de las especies exóticas invasoras de más rápida propagación. Actualmente se encuentra en todos los continentes, salvo Australia y la Antártida, y causa estragos al invadir hogares en grandes cantidades, alimentarse de insectos como otras mariquitas y, al invadir huertos de uvas, cambiando el sabor del vino.
Gran parte de los conocimientos sobre la amenaza mundial que supone este pequeño escarabajo proceden de la ciencia comunitaria: personas comunes que comparten sus observaciones y registran sus avistamientos en Internet. Hay muchas historias de personas que contribuyen a la ciencia de los insectos. Como entomólogas que somos, estamos enormemente agradecidas por los datos recogidos por los voluntarios: sin ellos no podríamos hacer nuestro trabajo.
Pero hay un problema: existe un enorme desequilibrio en los datos que se recogen.
Al rastrear el registro de publicaciones desde 2007, encontramos 245 estudios de ciencia ciudadana publicados sobre artrópodos (la categoría científica que incluye insectos y arañas). La gran mayoría procedían del hemisferio norte; casi la mitad de ellos eran de Estados Unidos y el Reino Unido, y la mayoría del resto, de otros países de Europa. Asimismo, se prestaba mucha más atención a los bichos “amistosos” que a los aparentemente “espeluznantes”: el 29% de los estudios eran sobre mariposas o polillas, frente a solo el 6% sobre ácaros y arañas. Esto tiene que cambiar.
Hay buenas razones para obtener más información, de todo el mundo. Los insectos son increíblemente importantes para la humanidad. Polinizan los cultivos, mantienen a raya a los insectos que son plagas y ordenan el mundo natural descomponiendo las hojas caídas. Los datos de los que disponemos sugieren que los insectos de todo el mundo están en apuros: en los periódicos abundan las noticias sobre el “apocalipsis de los insectos”. Los datos sobre más de un millón de abejas y moscas voladoras recogidas por voluntarios en el Reino Unido y los Países Bajos, por ejemplo, muestran que el número de tipos de abejas (su diversidad) ha descendido desde 1980. Pero la magnitud del problema y sus pormenores siguen siendo inciertos. Necesitamos más información para averiguar qué está pasando con los insectos y ayudarles a prosperar en este mundo en rápida transformación.
Hasta ahora se han identificado más de un millón de especies de insectos, pero se cree que podría haber diez veces más en el planeta. La mayoría de estas especies pasan casi desapercibidas. Siempre hay nuevos descubrimientos, incluso en el patio de tu casa. Entre 2013 y 2016, por ejemplo, un proyecto de biodiversidad urbana en Los Ángeles recogió más de 2.500 especímenes y descubrió tres nuevas especies de diminutas moscas carroñeras.
Es especialmente emocionante ver proyectos inspiradores cuando proceden del Sur Global. En 1992, científicos de una comunidad chilena redescubrieron una mosca de la familia de los conópidos, que no se había visto en cuarenta y seis años desde su primera descripción. En los años ochenta, en el Refugio Amazonas Lodge, una reserva nacional de selva tropical de Perú, los huéspedes que buscaban en las trampas de insectos descubrieron una nueva especie de polilla. Serían bienvenidos más proyectos como este.
El desarrollo conjunto de proyectos para coordinar la caza de insectos en todo el mundo tiene un enorme valor, ya que permite hacerse una idea más completa de dónde se encuentran los insectos y cómo está cambiando esta situación. Los proyectos locales son importantes para abordar las preguntas que preocupan a las comunidades locales. En un estudio realizado en Wisconsin hace unos años, por ejemplo, los interesados en conocer las consecuencias de cortar el césped descubrieron que la biodiversidad era cinco veces mayor en el mes de mayo si dejaban crecer el césped.
Las personas no tienen por qué esperar a que los investigadores inicien proyectos por ellos: cualquiera puede coordinar sus propios esfuerzos a corto plazo, o “bioblitzes”, para catalogar toda la biodiversidad que puedas de tu vecindario, y colaborar en sitios web como iNaturalist. Los científicos, por su parte, deben estar dispuestos a trabajar con las comunidades desde el principio, no solo pidiéndoles que recojan datos, sino colaborando para determinar qué preguntas deben responderse y qué tipo de información recopilar. La información recopilada debe compartirse de forma abierta y equitativa para que todos puedan utilizarla.
Solo juntos podremos averiguar qué está ocurriendo con los insectos del mundo ante el cambio climático, la destrucción de su hábitat y otros problemas. Necesitamos que todos nos pongamos manos a la obra —o sobre el césped— para comprender la difícil situación de los insectos y pensar en formas de ayudarlos.
Fuente: Knowable/ Traducción: Debbie Ponchner