por Judy Anne Swift
¿A quién no le gusta el chocolate? Si bien hay quienes afirman preferir los salados (según mi experiencia, estas extrañas personas sugieren las papas fritas como equivalente), el chocolate tiene un lugar especial en los corazones de muchas personas, y la Pascua les brinda la oportunidad perfecta para consumir grandes cantidades del mismo.
La historia de cómo una festividad cristiana que celebra la resurrección de Jesús se unió con una mezcla de cacao, grasa y azúcar es interesante y demuestra cómo la comida puede llegar a significar mucho más que su contenido nutricional e incluso su experiencia sensorial.
Hay muchas teorías y poca cantidad de evidencia concluyente, pero existe un consenso de que los huevos y los conejos son símbolos antiguos de nueva vida y se usaban en tiempos precristianos alrededor del equinoccio de primavera. Eventualmente se fusionaron con la práctica religiosa cristiana y ahora se toman muy en serio.
Los primeros huevos de Pascua de chocolate aparecieron en Europa en el siglo XIX. Eran costosos y hacerlos llevaba mucho trabajo. No fue hasta que las técnicas de fabricación avanzaron lo suficiente que estuvieron ampliamente disponibles. En 1893, Cadbury vendía diecinueve huevos de chocolate diferentes.
Pero el chocolate, por supuesto, tiene una historia mucho más profunda. Descrito en los antiguos textos mayas como “un regalo de los dioses”, el cacao se asoció durante mucho tiempo con propiedades medicinales. Es uno de los alimentos más anhelados, particularmente entre las mujeres, y se asocia con la promoción de sentimientos positivos.
Históricamente, también cumplió importantes funciones sociales. En la década de 1800, por ejemplo, el movimiento Temperance promovió las bebidas de cacao como una alternativa al alcohol. De hecho, muchas marcas conocidas (Cadbury, Rowntree, Frys) fueron fundadas por cuáqueros con un enfoque en la reforma social.
Aguafiestas
Sin embargo, a pesar de toda esta historia, el chocolate ahora es sinónimo de un estilo de vida poco saludable, comida chatarra y obesidad. Por ejemplo, la renovada Guía Eatwell de Public Health England (anteriormente Eatwell Plate) ya no permite que el chocolate sea parte de un “plato” de comida saludable. En cambio, está relegado al rincón de penitencia donde languidece junto a papas fritas (mala suerte, amantes de lo salado), bizcochos y salsa de tomate.
El chocolate, entonces, es desobediente pero agradable, por lo que los consumidores a veces se sienten culpables por disfrutarlo. Y aunque no existe un acuerdo científico de que el chocolate pueda definirse como adictivo, las personas pueden experimentar lo que se considera antojos incontrolables.
Sin embargo, considerando la importancia psicológica y social del chocolate, no es realista ni deseable satanizarlo y tratar de eliminarlo de la dieta (incluso la Guía Eatwell admite que el chocolate cae en la categoría “Comer con menos frecuencia y en pequeñas cantidades”). Pero, ¿cómo podemos construir una relación más positiva con este alimento?
Come chocolate conscientemente
Muy bajito, vamos a murmurar “consciencia”. La popularidad de un enfoque consciente alcanzó su punto máximo hace un tiempo, pero tiene principios básicos que son útiles.
La atención plena se puede definir como una atención abierta y sin prejuicios a las experiencias del momento presente, incluido el comportamiento, las sensaciones corporales, los pensamientos y los sentimientos. Cuando no se juzga, te respetas tanto a ti mismo como a la comida. Respetar la comida significa que necesitas tomarte un tiempo para apreciar su sabor. Esto te permite estar atento a los sentimientos de placer y saciedad. Simplemente disfrutar del chocolate por lo que es, ni más ni menos.
Un experimento reciente, respaldado por la Asociación Nacional de Confiteros, demostró que comer chocolate de manera consciente mejoró el estado de ánimo de los participantes. Evidencia difícilmente concluyente, pero tal vez un enfoque consciente puede ayudarnos a obtener la máxima cantidad de placer de la experiencia y alejarnos de una visión demasiado simplista de la comida como buena o mala.
Como seres humanos, necesitamos una variedad de alimentos, y no solo como combustible para mantener el funcionamiento de nuestros cuerpos. Consumir por placer y celebración, por ejemplo, es normal y necesario. Lo que nos impulsa a hacer algunas preguntas de búsqueda a los funcionarios de salud pública y los científicos de la nutrición: al desarrollar una guía dietética, ¿en qué medida tienen en cuenta las necesidades psicológicas y sociales?
Esta Semana Santa, si eliges un huevo de chocolate, ya sea por su simbolismo religioso y cultural, o porque es muy lindo, comprométete a comértelo sin culpa.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Mara Taylor