por Jessie Gomez
El compromiso de mis padres con un futuro mejor me salvó de una vida de pobreza y opresión y me llevó al periodismo.
Mi papá era un niño de cabello rizado y mi mamá era una niña de cabello rizado que se conocieron en su tierra natal de Nicaragua cuando se desarrollaba la revolución del país y la pobreza extrema era la forma de vida. Estaban en la escuela primaria y rápidamente se enamoraron, uniéndose por su deseo de ser los mejores en la escuela.
Su amor floreció durante su adolescencia y se hizo aún más fuerte cuando mi madre lidió con el fallecimiento de mi abuela. A fines de la década de 1980, la guerra revolucionaria de Nicaragua estaba en su apogeo y mi papá tuvo que elegir entre dejar el país o ser reclutado por las fuerzas armadas.
Huyeron a Guatemala. La joven pareja tenía entonces poco más de veinte años y, en los próximos meses, pronto se enterarían de que estaban esperando un bebé. Mi papá sabía que la única opción para mantener a su familia era llegar a los Estados Unidos.
Entonces cruzó ríos, durmió en el desierto y viajó en La Bestia, un tren de carga que usan los migrantes para llegar desde el sur de México hasta la frontera con Estados Unidos. Una vez en suelo estadounidense, pudo solicitar el Estatus de Protección Temporal, o TPS, para los nicaragüenses en ese momento, lo que le permitió quedarse en el país legalmente y traer a mi mamá.
Nací en Miami, Florida, en 1994. Mis padres, y su hija de cabello rizado, estaban un paso más cerca de su “sueño americano”. Sus sacrificios me permitieron convertirme en la primera de mi familia en graduarme de la universidad.
Pero como estudiante de primera generación y luego como hermana mayor, enfrenté mi propio conjunto de desafíos cuando mis padres intentaban entender un nuevo país, un segundo idioma y un sistema escolar desconocido.
Pasé la mayor parte de mis años de escuela primaria en el sistema de escuelas públicas de la ciudad de Nueva Jersey antes de mudarme con mi madre al sur de California. Fue un gran ajuste cultural y social para mí. Pasé de una escuela de la costa este donde la mayoría de mis compañeros de clase provenían de familias indias o italianas a una escuela en California donde la mayoría de mis compañeros se identificaban como mexicano-estadounidenses. Fue difícil dejar a mis amigos, pero mi experiencia en la otra costa me expuso a diferentes comunidades y culturas.
Mis padres siempre soñaron con que me convertiría en médica o científica, aunque tuve problemas con las matemáticas en la escuela. Su sueño encendió mi propio impulso para convertirme en la mejor estudiante, lo que a menudo significaba quedarme una o dos horas más después de la escuela para recibir tutoría o pedir ayuda a mis amigos cuando no entendía algo. Aunque fui una estudiante de honor en la escuela intermedia y tomé cursos de colocación avanzada en la escuela secundaria, luché por mantenerme al día con mi trabajo escolar mientras hacía malabarismos con mi vida hogareña.
El sueño de mis padres inspiró mis propios sueños
Conseguí mi primer trabajo de medio tiempo en la escuela secundaria para ayudar a mi madre, peluquera y madre soltera en ese momento, a mantener a mis dos hermanos. Justo antes de cumplir 16 años, obtuve mi licencia de conducir para ayudar a llevar a mis hermanos a la escuela y asistir a mi madre en las reuniones de padres y maestros, donde servía como su intérprete.
A menudo, yo era la madre secundaria que figuraba como contacto de emergencia de mis hermanos y aprendí a abogar por ellos en el sistema escolar. Entre ayudar a mi madre, ser estudiante de secundaria y hacer malabarismos con las actividades extracurriculares y el trabajo, estaba al límite.
Aun así logré graduarme con un promedio de calificaciones de 4.2 y aprobar los exámenes de colocación avanzada.
Al igual que mis padres, estaba orgullosa de todo lo que había logrado, pero mantener el rumbo para ir a la universidad fue difícil porque mi familia y yo no estábamos habituados con el proceso.
Nos las arreglamos pidiendo consejo a amigos, hablando con consejeros y maestros, y pasando incontables horas buscando universidades y requisitos en Google. Fue un viaje difícil, pero con la ayuda de mis padres, mi sistema de apoyo educativo y tres trabajos, me gradué con una licenciatura de la Universidad Azusa Pacific.
Eventualmente me mudé de regreso a Nueva Jersey, donde conseguí un trabajo como reportera en un periódico local, cubriendo las ciudades suburbanas prósperas y predominantemente blancas de los condados de Morris y Bergen. Las personas y los problemas que enfrentaban no se parecían en nada a los míos y, a menudo, me sentía fuera de lugar en esas comunidades.
Al igual que mis padres, me había mudado para perseguir mis sueños y tenía miedo. Pero mi mamá siempre me recordaba por qué elegí esta profesión en primer lugar: “Para ayudar a los demás”.
Para ayudar a otros.
En ese periódico informé sobre protestas, contiendas políticas, inmigración, desigualdades y problemas comunitarios. Ahora, como reportera de Chalkbeat Newark, combino mis experiencias personales y mis conocimientos periodísticos para contar las historias de los estudiantes de Newark y ayudar a sus familias a navegar por el sistema de escuelas públicas más grande de Nueva Jersey.
Se necesitó un pueblo para llevarme a la universidad, y estoy agradecida por los maestros que me apoyaron en el camino y creyeron en mí cuando yo no lo hacía. Agradezco a mis padres que fueron una fuente constante de aliento en mi vida. Sin ellos, nunca habría desarrollado el impulso para ser la mejor estudiante y la mejor persona que podría ser.
Una educación justa es el derecho de todo niño en este país. Mis padres me dieron esa oportunidad al mudarme a un nuevo país. Ahora mi objetivo es que mis informes contribuyan a un mejor ambiente de aprendizaje y experiencia para los estudiantes de las escuelas públicas de Newark.
A medida que nos instalamos en el nuevo año, espero conectarme con más padres, estudiantes y maestros mientras trabajo para resaltar las victorias y los desafíos que enfrentan los estudiantes en este distrito.
Tu historia es importante y espero que puedas confiar en mí para contarla.
Fuente: Chalkbeat/ Traducción: Tara Valencia