por Stephen E. Nash
En 2009, la supermodelo Kate Moss causó revuelo cuando afirmó categóricamente que “nada sabe tan bien como sentirse delgado”. Por más sorprendente que pueda parecerle a muchos este sentimiento, el conciso comentario de Moss encapsula un espíritu occidental moderno.
Sin embargo, desde una perspectiva evolutiva, la declaración de Moss es ridícula, por no decir absurda. Una declaración así sólo podría hacerla alguien a quien no le preocupa averiguar de dónde vendrá su próxima comida, y mucho menos cómo sobrevivir el próximo invierno o la próxima estación seca sin morir de hambre.
¿Qué piensan las personas de otras sociedades no occidentales sobre la gordura y la posibilidad de volverse obesas? Muchas culturas alguna vez creyeron que la gordura era, de hecho, buena. Pero esa situación está cambiando rápidamente.
Globalización de la delgadez
Una investigación transcultural entre once sociedades tradicionales occidentales y no occidentales sugiere que hubo una rápida y reciente “globalización del estigma de la gordura”. Hasta al menos los años 90, varias de estas sociedades, entre ellas Samoa Americana, Puerto Rico y Tanzania, eran consideradas “positivas a la gordura”, es decir, que mostraban una preferencia por los cuerpos regordetes. Pero en las últimas décadas, con la creciente globalización, estos mismos países han comenzado a estigmatizar la gordura. Mientras que antes se pensaba que la gordura en esas culturas representaba fertilidad, riqueza y belleza, ahora se asocia con fealdad, falta de sexo y falta de deseabilidad. Cabe destacar que estos estigmas trascienden categorías emocionales, psicológicas y físicas, tanto a nivel individual como social.
Las razones de esta rápida transición son complejas, pero las investigaciones en Fiji y en otros lugares sugieren que se produjo con la introducción de la televisión y los medios globales y la consiguiente exposición a la cultura, las costumbres y el entretenimiento predominantemente occidentales. Ahora, además de los problemas de salud y fisiológicos asociados con la gordura, existe un daño emocional bien documentado debido a la “patologización de la pesadez” en estas sociedades.
(Aquí también hay cuestiones semánticas en juego: ¿cuál es la diferencia entre ser gordo y ser obeso? ¿Regordete y con sobrepeso? ¿Corpulento y rollizo? El Centro para el Control de Enfermedades define cuantitativamente a un adulto obeso como alguien con un índice de masa corporal de 30 o más).
Un poco de arqueología
Estos cambios culturales son sorprendentes y nos llevan a preguntarnos cómo se percibían los distintos tipos de cuerpo (y la gordura) en las culturas antiguas.
Pero llegar a esta pregunta no es fácil. Es relativamente sencillo estudiar las variaciones en la altura de las personas antiguas midiendo los huesos largos (es decir, los brazos y las piernas) recuperados en los entierros y haciendo cálculos basados en esas mediciones. Es mucho más difícil estudiar el peso de las personas antiguas. ¿Qué medirías? La grasa es tejido blando que se descompone rápidamente después de la muerte.
Uno podría suponer que las personas más altas son más grandes y, por lo tanto, más pesadas que las personas más bajas. Pero eso no nos dice mucho, y ciertamente no nos dice nada sobre la proporción de personas con sobrepeso en el pasado. Igualmente desconcertante es el hecho de que la relación entre altura y peso no siempre se cumple: hay muchas personas bajas y regordetas que pesan más que las altas y delgadas. Arqueológicamente, no podemos saber quién era gordo a partir de los huesos que excavamos. Para estudiar la gordura en el pasado, tenemos que recurrir a los artefactos.
Los artefactos al rescate
Uno de los artefactos más famosos que ilustran la obesidad en el registro arqueológico es la Venus de Willendorf, una de las muchas llamadas figuras de Venus de yacimientos del Paleolítico Superior (“Edad de Piedra Antigua”, hace unos 50.000 a 10.000 años) en Europa y Asia Central.
Descubierta en Austria en 1908, la Venus de Willendorf es una estatuilla de 11 centímetros de alto tallada en piedra caliza, decorada con pigmento rojo y datada entre 25.000 y 27.000 años atrás. El cuerpo está detallado y es anatómicamente correcto, pero la cara y la cabeza están cubiertas por un sombrero tejido para que la cara no sea visible. Pero hay algo que es evidente: no es sólo regordeta, sino que además es gorda.
Durante el último siglo, la Venus de Willendorf ha sido interpretada de diversas maneras: como diosa de la fertilidad, juguete o herramienta didáctica para mujeres embarazadas. A falta de mejor información contextual (como encontrar un objeto similar en algún tipo de santuario), nos vemos obligados a especular sobre la verdadera función y el significado de la figura.
En la actualidad se conocen más de doscientas figuras únicas de Venus en yacimientos de toda Europa y Asia Central que abarcan más de 10.000 años. Aunque todas representan mujeres, se representa una amplia gama de tipos de cuerpo y no todas son claramente obesas. Por lo tanto, es difícil decir de manera concluyente que constituyen un registro de gordura.
Otro famoso conjunto de figuras se encontró en yacimientos neolíticos (“Nueva Edad de Piedra”, hace aproximadamente entre 11.000 y 4.000 años) en la isla de Malta y en otras partes de la región mediterránea.
Las llamadas Damas Gordas de Malta, que datan de hace unos 5.000 años, representan figuras femeninas sentadas o reclinadas, muchas de las cuales carecen de cabeza. Cuando hay cabezas, a menudo son incongruentemente pequeñas en relación con el tamaño del cuerpo. No hay indicios de que las figuras estén embarazadas, pero todas tienen un evidente sobrepeso. La mayoría de las figurillas maltesas se han encontrado en enterramientos y santuarios mortuorios, lo que refuerza la idea de que tenían un aspecto religioso o de culto y sugiere cierto grado de especialidad y tal vez de reverencia.
¿Y qué pasa con los hombres? ¿Hay evidencia de hombres gordos en el pasado? Un ejemplo es una talla de jade de Guatemala conocida como El Señor Gordo y la Rana, que data de alrededor del año 700 d.C. Es claramente alguien especial (la gente menor no tenía sus imágenes talladas y preservadas en jade). También es obviamente obeso, pero no sabemos por qué.
Las figuras de Venus, las Damas Gordas de Malta y El Señor Gordo y la Rana sugieren que algunas personas gordas eran muy estimadas en culturas pasadas y que las sociedades de las que surgieron pueden haber creído que la gordura es buena, o al menos que no hay nada malo en ser gordo.
Sospechas y conjeturas
Sospecho que algún grado de gordura ha estado presente en todas las sociedades humanas, excepto en aquellas al borde de la supervivencia o que viven en entornos verdaderamente extremos. Sospecho que las personas obesas han sido a veces reverenciadas, a veces vilipendiadas y tal vez a veces simplemente aceptadas sin vergüenza. Pero la investigación etnográfica reciente en Fiji y en otros lugares sugiere firmemente que las actitudes culturales hacia la gordura son menos diversas ahora que en el pasado.
Será necesario un proyecto de investigación masivo, integral y cohesivo que conecte la arqueología, la antropología, la fisiología, la psicología, la sociología y la salud pública para comenzar a comprender verdaderamente la relación entre la obesidad y las sociedades humanas que se remontan a milenios. Esa investigación resultará un desafío porque la obesidad, si bien es un problema de salud pública comprobado, conduce a un estigma social negativo y a prejuicios que hacen que comprender los problemas, y mucho más aún actuar al respecto, sea aún más complejo. Pero eso no significa que no valga la pena seguir adelante.
Sapiens. Traducción: Camille Searle