por Dana Pascal
Es una discusión nominal que todavía no se resolvió. Pero casi. Ya sabemos que los nombres de las cosas del espacio público (un estadio, una plaza, un edificio, un puente) a veces se imponen y casi siempre se negocian. La mayoría de las veces es algo intermedio: se imponen, pero negociando. Pueden llamarlo lobby o construcción de marca o semiótica para principiantes.
En un comienzo al edificio se lo conocía como 340 Flatbush Avenue Extension, pero nunca funcionó del todo, ni siquiera con el abreviado 340 Flatbusfh. Probaron con 9 DeKalb Avenue y tuvo todavía menos gracia. Era la Torre de Batman, simplemente, aunque por aquello de la construcción de marcas y las imposiciones negociadas y algo de semiótica vaya quedando en la Torre de Brooklyn. Es que no puede hablarse de la Torre de Batman en los catálogos de prensa. Quedaría mal.
La Torre de Brooklyn es un rascacielos superalto de uso mixto, principalmente residencial, en el centro de Brooklyn. Desarrollado por JDS Development Group, está situado en el lado norte de DeKalb Avenue, cerca de Flatbush Avenue. La parte principal del rascacielos es una estructura residencial de 93 pisos y 327 metros de altura, diseñada por SHoP Architects. Se empezó en 2018 y alcanzó su techo en 2021; las ventas de condominios empezaron en 2022 (spoiler: son caros nivel Bruce Wayne). En la base del rascacielos se conserva el edificio Dime Savings Bank, diseñado por Mowbray y Uffinger, una estructura del siglo XX profundo, construida entre 1906 y 1908, ampliada en 1931-32.
La torre es el primer edificio superalto de Brooklyn. También es el edificio más alto de la ciudad de Nueva York fuera de Manhattan. Todo el mundo concuerda en que Batman vive en el penthouse. Y no necesariamente porque sea alto.
Es la Torre de Batman por su diseño. Un estructura vidriada, de bordes irregulares, elevada a través de un eje oscuro, que sobresale en una oración como un signo de exclamación. Todo el mundo en Brooklyn debería odiar ese edificio. Por su grandeza, por su negrura, por su violencia. Y sin embargo, no. Las oraciones de las ciudades requieren signos de puntuación. Incluso signos de exclamación.
A Brooklyn le llevó un siglo alcanzar el dramatismo del horizonte que los arquitectos imaginaron por primera vez para Manhattan en los años veinte del siglo pasado. Hay algo en el edificio que reclama un legado neoyorquino cada vez más soslayado: la primera época de los grandes rascacielos de Nueva York. Cuando todas las ciudades copiaban a Nueva York, antes de que Nueva York copiara a Dubái.
“La idea era Gotham, era Deco”, dijo Gregg Pasquarelli, socio fundador de SHoP Architects, a CityLab. “Batman debería vivir aquí”.
La Torre de Brooklyn está llena de imágenes nostálgicas que hablan de oscuridad, dramas y héroes del siglo XX, pero sólo fue posible construirla mediante las últimas tecnologías, desde el modelado del viento hasta el hormigón extrafuerte y el fresado CNC de cinco ejes. Incluso su perfil escalonado es del siglo XXI: en lugar de apilarse en capas decrecientes como un pastel de bodas, los niveles hexagonales se tuercen, retrocediendo en espiral, de modo que ningún lado se lea como el frente.
La escritora Alexandra Lange nota que hay algo, de modo esquivo, del sueño urbano del arquitecto, poeta y (especialmente, por lo que aquí nos convoca) ilustrador Hugh Ferriss, tal como Paul Goldberger escribió respecto a una retrospectiva de su obra en 1986: “La ciudad de Hugh Ferriss era a la vez grandiosa y romántica, una ciudad de suntuosas torres de ricas formas que se alzaban en un paisaje pintoresco pero a la vez ordenado. Estaba organizado, pero no reglamentado. Tenía suavidad y fuerza al mismo tiempo”.
Eso no funcionó del todo para el Manhattan del siglo XX, dice Lange, pero tanto la esperanza como los rascacielos son eternos.