por Dozandri Mendoza
Me miro la cara en el espejo para verificar el estado de mi lápiz labial rojo mate, el rubor y la base. Como anfitriona del ball de esta noche, no quiero ser una de las personas arrastradas a la pista para ser “leída” por mis elecciones estéticas. Desde el escenario donde me siento, la vieja iglesia renovada y convertida en café en San Juan, Puerto Rico, emite un ambiente similar a los grandiosos salones de varios pisos donde nació el Ballroom en el Harlem de los años 70 en Nueva York.
Segura de mi propio rostro, dirijo mi atención hacia el público. La gente explota a mi alrededor, desbordándose entre las filas de sillas que delimitan el espacio de la pasarela de mosaicos verdes y blancos. Espero que la gente tome el micrófono y comience a “leer” sin piedad a los espectadores del público.
“Reading” (lectura) es un juego de ingenio y palabras que busca exagerar un defecto en alguien y lanzar un insulto con una ocurrencia mordaz que lo deja atónito. “Shade” (sombra) está relacionado con el “reading”, pero es una forma indirecta donde el insulto o comentario social puede pasar desapercibido para el oyente o la persona a la que va dirigido, al menos en el momento en que se emite. Tanto el “reading” como el “shade” se formularon en los primeros años de la escena Ballroom de Harlem para ayudar a las personas queer y trans negras y latinas a aprender a desarrollar una piel más resistente para enfrentar las concepciones normativas del mundo exterior sobre el género, el sexo y la sexualidad.

Hoy estamos reunidos en la pista para una categoría llamada “Reading About Her Fashion” (Leyéndola por su moda), que pide a los participantes que se critiquen unos a otros por sus elecciones de vestuario. Las categorías funcionan casi como consignas que dan a los artistas del Ballroom pistas sobre cómo prepararse para un evento. Te dan una idea de cómo vestir, cómo bailar y cómo organizar tu actuación según un conjunto específico de géneros comunes en la escena.
Sintiendo la vacilación del público para ser el primero en tomar a alguien y empezar a criticar su apariencia, Father E irrumpe con un micrófono y hace algunas demostraciones. “Déjate de ir a Forever 21”, dice, criticando a una ponka entre la multitud que lleva una camiseta de moda rápida que probablemente podrías encontrar en cualquier centro comercial de la isla. Alguien señala un cartel que dice “cunt—la esencia del ballroom boricua”, recordándoles la confianza feroz que se supone que deben traer a esta categoría.
Como antropóloga lingüística, investigo cómo las personas ponen en práctica las formas de arte verbal. Como parte de mi trabajo de campo, en octubre de 2023, co-organicé y fui anfitriona del Kiki Ball del Palabreo con el colectivo de Ballroom puertorriqueño Laborivogue. El evento en Miramar, San Juan, celebró la historia de la diáspora puertorriqueña en la formación de la cultura Ballroom, con un enfoque en cómo los artistas de esta escena juegan creativamente con el lenguaje. Mi principal colaborador, Father E, fue el comentarista de la noche, manejando la energía y el pulso del público, y asegurándose de que todos se mantuvieran comprometidos y supieran qué categoría venía a continuación.
En muchos sentidos, el Kiki Ball del Palabreo se sintió como un homenaje a los primeros días del Ballroom. Me inspiré en los primeros clips de archivo en YouTube de transcestors (ancestras trans) puertorriqueñas como Alyssa LaPerla, una feroz femme queen prominente en el apogeo de la escena de la ciudad de Nueva York en las décadas de 1990 y 2000. Su legendaria serie de reads y dimes y diretes con la también artista Onjanae Milan hicieron historia en el Ballroom como un ejemplo del ingenio despiadado de las femme queens. Quería llamar la atención sobre las conexiones íntimas que unen a San Juan con Nueva York en la interpretación y celebración de esta forma de arte en particular.
Pero el Kiki Ball del Palabreo también reveló algunas de las tensiones entre estas escenas de Ballroom. Los participantes destacaron la relación colonial del gobierno de los Estados Unidos con Puerto Rico, utilizando el lenguaje y el arte del Ballroom para cuestionar y cambiar estas dinámicas de poder, tanto de manera sutil como directa.
No quiero escuchar inglés
En el ball, me siento junto a los jueces en un escenario ligeramente elevado. Desde allí, podemos ver a los artistas, al DJ, al comentarista y cómo reacciona y vibra el público. El panel representa diferentes casas de Ballroom, 007s y miembros de la escena performance queer de Puerto Rico: poetas, DJs y comentaristas. Una de las juezas es la madre de la House of G, una casa centrada en personas femme y no binarias afrodescendientes.
Inspirado por el impulso de Father E, observo cómo la gente comienza a acercarse al centro de la sala para intentar lanzar un read. TRE (un seudónimo), una persona femme no binaria y afropuertorriqueña, miembro de la House of G, se acerca al micrófono. Viste mallas negras, una falda con volantes, un mini top sin mangas, largas pantallas plateadas y un pañuelo en la cabeza con un estampado de llamas. TRE elige a alguien del público que lleva una camisa blanca de botones y calcetines largos deportivos combinados con tacones negros.

TRE la lleva al micrófono frente a un grupo de curiosos y dice en español: “¿Cuál es el look, profesora o atleta con esas medias de Nike?”.
White Top (Camisa Blanca), como la llamo, responde en inglés: “This is fashion. What are you wearing?” (Esto es moda. ¿Qué llevas puesto?).
A esto, TRE pone una mano en la cadera y levanta la otra con la muñeca suavizada con descaro. “Se llama estética, que tú no tienes”, dice. Luego, cambiando al inglés, TRE añade: “THIS is fashion!” (¡ESTO es moda!).
En este punto, Mother G —la madre de Ballroom de TRE— se levanta del panel de jueces. Frustrada, ladea la cabeza, toma el micrófono de la mesa y dice en spanglish: “No quiero escuchar inglés, I don’t wanna hear English. ¡Hablen español!“.
Father E me mira y compartimos miradas de confusión sobre qué decir a continuación. Estamos un poco perplejos por su llamado a escuchar menos inglés en los reads, especialmente porque a menudo cruzamos las fronteras del inglés y el español en la escena Ballroom de Puerto Rico.
Father E, de manera bastante mordaz, se vuelve hacia Mother G y le dice en español: “¿Qué? ¿Tú no entiendes inglés?”.
Mother G sacude el pelo y la cabeza para mirarlo de frente y dice en spanglish: “I understand English, pero estamos en el Caribe y quiero escuchar español”.
Demasiado chacha para el Ballroom
Entendí la sutil crítica de Mother G como una forma de shade. No estaba siendo mezquina con la elección de idioma de su hija; estaba lanzando shade a la valorización del inglés en la escena Ballroom puertorriqueña.
El comentario sobre querer escuchar más español estaba envuelto en conversaciones que habíamos tenido más temprano esa noche. En la apertura del ball, organicé un kikitorio (kiki + conversatorio) donde charlamos sobre nuestras transcestors puertorriqueñas y su papel en la configuración de la subcultura que ahora vemos celebrada a nivel mundial. Father E intervino para recordar a la sala el prejuicio que también acompañaba algunos de estos intercambios. En los últimos tres años, la escena Ballroom de Puerto Rico organizó viajes para participar en eventos mainstream como el Latex Ball en Nueva York. Algunos se encontraron con miradas extrañas y rechazo por hablar español en estos espacios.
Los afropuertorriqueños, que constituyen una gran parte del liderazgo y la producción creativa en el Ballroom puertorriqueño, intercambiaron historias de cómo sus acentos en inglés y su español de Puerto Rico se convirtieron en puntos de discordia en lugar de celebración. Estas historias me recordaron una conversación comunitaria en la que participé con Félix Rodríguez, un archivista digital e historiador de la escena Ballroom que gestiona una cuenta de Instagram y YouTube llamada Old School Ballroom. Como afropuertorriqueño, mencionó que en los primeros días del Ballroom, a los recién llegados a Nueva York desde Puerto Rico y la República Dominicana a menudo los llamaban “chachas” aquellos que llevaban más tiempo en los Estados Unidos. El término se usaba para burlarse de los recién llegados que eran vistos como si hablaran demasiado español, señalando que estaban demasiado “recién bajados del barco”.

El shade de Mother G al uso del inglés en el ball era un recordatorio de estas tensiones y de las desigualdades económicas y políticas más amplias que moldean la vida en el archipiélago. Desde 1952, Puerto Rico ha mantenido un estatus especial como un estado libre asociado no incorporado de los Estados Unidos. Los puertorriqueños no tienen derecho a voto a nivel federal ni autoridad económica total sobre su propio presupuesto (una situación agravada por la implementación de medidas federales de austeridad bajo la Ley PROMESA de 2016).
En 2017, el estancamiento económico y político creado por el estatus territorial único de Puerto Rico se vio exacerbado por uno de los peores huracanes de la historia, el huracán María. Los participantes en la escena Ballroom de Puerto Rico han criticado los efectos duraderos del colonialismo estadounidense y la respuesta totalmente inadecuada del gobierno federal a este desastre, que ha llevado a una creciente gentrificación y desplazamiento en el archipiélago. Los artistas de Ballroom también han abogado por la independencia política de Puerto Rico incorporando temas anticoloniales en las categorías del ball.
Dentro de este contexto, vi el llamado de Mother G a hablar español como un consejo de una madre de Ballroom a su hija de Ballroom y al público en general para que reconocieran el bagaje que conlleva hablar inglés en Puerto Rico. El peso simbólico del uso del inglés marca una diferencia entre la puertorriqueñidad y la americanidad que se ha convertido en una fuente de tensión para aquellos que han experimentado maltrato por ser percibidos como personas con acento, incluyendo la burla de otros en la diáspora puertorriqueña cuyo inglés tiene menos acento.
Visto desde esta perspectiva, lanzar shade al inglés en la pista del Ballroom es parte de la política anticolonial de la escena, donde los artistas ponen en acción su repertorio lingüístico creativo para llamar la atención sobre los mecanismos coloniales que afectan la vida cotidiana de las personas queer y trans puertorriqueñas.
Enfrentando el futuro
En la apertura del ball, Father E anuncia la descripción de una de mis categorías favoritas en el Ballroom: face (rostro). También es la categoría que me encanta y en la que más competí durante mi tiempo en la escena.
Lee en el micrófono: “¡Drag descolonizador! Usa la ilusión del maquillaje para ilustrar la batalla entre el drag y la colonia, que sea tu rostra la primera arma contra el sistema político. Muéstranos tu mensaje anticolonial de cerca. ¿Con qué cara nos mira la futura?”.
De manera similar a como sus transcestors de la diáspora usaron el reading y el shade como formas de enseñar a la generación más joven del Ballroom a navegar las ideas normativas sobre género, sexo y sexualidad, el shade ha encontrado un nuevo propósito político. En este momento contemporáneo, el shade está enseñando a los hijos del Ballroom boricua las complejas relaciones entre lenguaje, performance y poder, y las historias coloniales que las envuelven.
En la pasarela, una femme queen negra entra pavoneándose con un bate de béisbol. Lo blande hacia la multitud, casi derribando una de las lámparas del techo. Su rostro está pintado con las palabras “El Futuro” en rojo.
¿Qué hay que derribar para garantizar ese futuro? Dejemos que la política mordaz de las prácticas performativas del Ballroom marque el camino.
Sapiens. Traducción: Mara Taylor.