Crecí en un hogar cristiano, donde una imagen de Jesús colgaba en la pared de mi dormitorio. Todavía la tengo. Es sensiblera y bastante vulgar en ese estilo de los años 70, pero cuando era niña me encantaba. En esta imagen, Jesús se ve amable y gentil, me mira con amor. También es de cabello claro, ojos azules y muy blanco.
El problema es que Jesús no era blanco. Se les perdonará que piensen lo contrario si alguna vez entraron a una iglesia occidental o si visitaron una galería de arte. Pero si bien no hay una descripción física de él en la Biblia, tampoco hay duda de que el Jesús histórico, el hombre que fue ejecutado por el Estado romano en el siglo I EC, era un judío del Medio Oriente de piel morena.
Esto no es controvertido desde un punto de vista académico, pero de alguna manera es un detalle olvidado para muchos de los millones de cristianos que se reunirán para celebrar la Pascua esta semana.
El Viernes Santo, los cristianos asisten a las iglesias para adorar a Jesús y, en particular, recordar su muerte en la cruz. En la mayoría de estas iglesias, Jesús se representa como un hombre blanco, un tipo que se parece a los angloaustralianos, un tipo con el que es fácil identificarse para otros angloaustralianos.
Piensen por un momento en el apuesto Jim Caviezel, quien interpretó a Jesús en La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Es un actor irlandés-estadounidense. O recuerden algunas de las obras de arte más famosas de la crucifixión de Jesús: Ruben, Grunewald, Giotto, y nuevamente vemos el sesgo europeo al representar a un Jesús de piel blanca.
¿Algo de esto importa? Sí, realmente lo hace. Como sociedad, somos muy conscientes del poder de la representación y la importancia de los diversos modelos a seguir.
Después de ganar el Oscar 2013 a la Mejor Actriz de Reparto por su papel en Doce años de esclavitud, la actriz keniana Lupita Nyong’o saltó a la fama. En entrevistas desde entonces, Nyong’o expresó repetidamente sus sentimientos de inferioridad cuando era joven porque todas las imágenes de belleza que veía a su alrededor eran de mujeres de piel más clara. Solo cuando vio que el mundo de la moda abrazaba a la modelo sudanesa Alek Wek se dio cuenta de que lo negro también podía ser hermoso.
Si podemos reconocer la importancia de seguir modelos étnica y físicamente diversos en nuestros medios, ¿por qué no podemos hacer lo mismo con la fe? ¿Por qué seguimos permitiendo que predominen las imágenes de un Jesús blanqueado?
Muchas iglesias y culturas representan a Jesús como un hombre moreno o negro. Los cristianos ortodoxos suelen tener una iconografía muy diferente a la del arte europeo: si entran en una iglesia en África, es probable que vean un Jesús africano en exhibición.
Pero rara vez son las imágenes que vemos en las iglesias protestantes y católicas australianas, y es nuestra culpa. Permite que la comunidad cristiana mayoritaria separe su devoción a Jesús de la consideración compasiva por aquellos que se ven diferentes.
Incluso me atrevería a decir que crea una desconexión cognitiva, donde uno puede sentir un profundo afecto por Jesús pero poca empatía por una persona del Medio Oriente. Asimismo, tiene implicaciones para la afirmación teológica de que los humanos están hechos a imagen de Dios. Si siempre se representa a Dios como blanco, entonces el ser humano predeterminado se vuelve blanco y ese pensamiento sustenta el racismo.
Históricamente, el blanqueo de Jesús contribuyó a que los cristianos fueran algunos de los peores perpetradores del antisemitismo y continúa manifestándose en la “otredad” de los australianos no anglosajones.
Esta Pascua, no puedo evitar preguntarme, ¿cómo sería nuestra iglesia y nuestra sociedad si recordáramos que Jesús era moreno? Si nos enfrentáramos a la realidad de que el cuerpo colgado en la cruz era un cuerpo moreno: roto, torturado y ejecutado públicamente por un régimen opresor.
¿Cómo podría cambiar nuestras actitudes si pudiéramos ver que el encarcelamiento injusto, el abuso y la ejecución del Jesús histórico tiene más en común con la experiencia de los indígenas australianos o solicitantes de asilo que con aquellos que tienen el poder en la iglesia y generalmente representan a Cristo?
Quizás lo más radical de todo es que no puedo evitar preguntarme qué podría cambiar si fuéramos más conscientes de que la persona que los cristianos celebran como Dios en la carne y salvador del mundo entero no fuera un hombre blanco, sino un judío del Medio Oriente.
Fuente: The Conversation/ Traducción: Mara Taylor