Han pasado cinco años desde el 25 de mayo de 2020, cuando George Floyd luchó por respirar bajo la rodilla de un oficial de policía de Mineápolis, en la esquina de la calle 38 y Chicago Avenue. Cinco años desde que Darnella Frazier, entonces de 17 años, se paró frente a Cup Foods, levantó su teléfono y presenció nueve minutos y 29 segundos que galvanizarían un movimiento global contra la injusticia racial.
El video de Frazier no solo mostró lo que sucedió. Insistió en que el mundo se detuviera y viera.
Hoy ese legado continúa en manos de una comunidad diferente, que enfrenta amenazas distintas, pero que empuña las mismas herramientas. En todo Estados Unidos, organizadores latinos están levantando sus teléfonos, no para hacerse virales, sino para dejar constancia. Transmiten en vivo redadas de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), filman separaciones familiares y documentan protestas fuera de los centros de detención. Su material no es simplemente contenido; es evidencia, advertencia y resistencia.
Aquí en Los Ángeles, donde enseño periodismo, por ejemplo, varias imágenes se han grabado en la memoria pública. Un video viral muestra a un padre encadenado subiendo a una camioneta blanca sin distintivos, mientras su hija solloza detrás de la cámara, suplicándole que no firme ningún documento oficial. Él se da la vuelta, le gesticula para que se calme y le lanza un beso. En otro video, filmado al otro lado de la ciudad, oficiales de policía de Los Ángeles a caballo cargan contra multitudes de manifestantes pacíficos, blandiendo porras de madera con una precisión escalofriante.
En Spokane, Washington, los residentes forman una cadena humana espontánea alrededor de sus vecinos en medio de una redada, sus cuerpos y cámaras erigiendo una barricada de desafío. En San Diego, un video muestra a aliados blancos gritando “¡Vergüenza!” mientras persiguen un auto lleno de tropas de la Guardia Nacional fuera de su vecindario.
El impacto del testimonio mediante teléfonos inteligentes ha sido inmediato e inconfundible, visceral a nivel de calle, sísmico en las cámaras estatales. En el terreno, los videos ayudaron a inspirar un movimiento “No Kings”, que organizó protestas en los cincuenta estados el 14 de junio de 2025.
Los legisladores también están intensificando su enfoque en la política de inmigración. A medida que la administración Trump intensifica la aplicación de la ley, los estados liderados por demócratas están expandiendo leyes que limitan la cooperación con los agentes federales. El 12 de junio, el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes interrogó a gobernadores demócratas sobre estas medidas, con legisladores republicanos citando preocupaciones de seguridad pública. La audiencia subrayó profundas divisiones entre los enfoques federales y estatales para la aplicación de las leyes de inmigración.
El legado del testimonio afroamericano
Lo que se está desarrollando ahora no es nuevo, simplemente es visible de una manera distinta. Como muestra mi investigación, los organizadores latinos están recurriendo a un manual que se perfeccionó en 2020 y que tiene sus raíces en un linaje mucho más antiguo de estrategias de supervivencia de los medios afroamericanos, forjadas bajo una opresión extrema.
En mi libro de 2020, Bearing Witness While Black: African Americans, Smartphones and the New Protest Journalism, documento cómo los afroamericanos han utilizado los medios —narrativas de esclavos, panfletos, periódicos, radio y ahora teléfonos inteligentes— para luchar por la justicia. Desde Frederick Douglass hasta Ida B. Wells y Darnella Frazier, los testigos afroamericanos han utilizado el periodismo como una herramienta para la supervivencia y la transformación.
Los periodistas móviles latinos están construyendo sobre esa base en 2025, filmando el poder del Estado en momentos de extralimitación, archivando la injusticia en tiempo real y expandiendo el impacto de esta tradición radical.
Su trabajo también hace eco de las tácticas espaciales de la resistencia afroamericana. Así como los esclavos afroamericanos mapearon rutas de escape durante la esclavitud y las leyes de Jim Crow, las comunidades latinas de hoy están participando en la cartografía digital para trazar zonas libres de ICE, centros de ayuda mutua y espacios de santuario. El mapa People Over Papers canaliza la lógica de los cimarrones afroamericanos (comunidades de africanos auto-liberados que escaparon de las plantaciones para rastrear patrullas, compartir inteligencia y construir redes de supervivencia). Ahora los escondites son digitales. Los mapas son colaborativos. El peligro persiste.
De manera similar, la red Stop ICE Raids Alerts Network revive una táctica de la era de los derechos civiles. En la década de 1960, los organizadores usaban líneas telefónicas de área extensa y la radio para hacer circular actualizaciones de seguridad. Los DJ afroamericanos disfrazaban los despachos en informes de tráfico y clima: “congestión en el lado sur” señalaba bloqueos policiales; “advertencias de tormenta” significaban violencia inminente. Hoy el medio es WhatsApp. La señal está cifrada. Pero el mensaje (protegerse unos a otros) no ha cambiado.
Superpuesto a ambos sistemas está el ADN del Negro Motorist Green Book, la guía que una vez ayudó a los viajeros afroamericanos a navegar por la América de Jim Crow identificando pueblos seguros, gasolineras y alojamientos. People Over Papers y Stop ICE Raids son descendientes digitales de ese legado. Donde el Green Book usaba páginas impresas, las herramientas de hoy usan pines digitales. Pero la misión sigue siendo la misma: supervivencia a través del conocimiento compartido, protección a través de la resistencia mapeada.
Una necesidad peligrosa
Cinco años después de la muerte de George Floyd, el poder de la evidencia visual sigue siendo innegable. El testimonio afroamericano sentó las bases. En 2025, esa tradición continúa a través del lente de los periodistas móviles latinos, quienes trazan paralelismos claros entre las experiencias de su propia comunidad y las de los afroamericanos. Sus imágenes exponen poderosos ecos: redadas de ICE y exceso de vigilancia policial, jaulas en la frontera y cárceles urbanas, una puerta derribada al amanecer y una rodilla en un cuello.
Al igual que los afroamericanos antes que ellos, las comunidades latinas están usando teléfonos inteligentes para protegerse, documentar y responder. En ciudades como Chicago, Los Ángeles y El Paso, los susurros de “ICE está en el vecindario” ahora se difunden rápidamente por Telegram, WhatsApp e Instagram. Para las familias indocumentadas, presionar “grabar” puede significar arriesgarse a represalias o arresto. Pero muchos siguen filmando, porque lo que no se registra puede ser borrado.
Lo que capturan no son incidentes aislados. Son parte de una lucha más amplia y compartida contra la violencia estatal. Y mientras las cámaras sigan grabando, las historias seguirán saliendo a la luz, iluminadas por el brillo de las pantallas de los teléfonos inteligentes que se niegan a apartar la mirada.
The Conversation. Traducción: Tara Valencia