por Trevin Corsiglia
Cuando leo y estudio la poesía de Walt Whitman, a menudo imagino qué habría hecho si hubiera tenido un teléfono inteligente y una cuenta de Instagram.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos, el poeta coleccionó una “abundancia de fotografías” de sí mismo, como señala el académico especialista en Whitman, Ed Folsom. Y al igual que muchas personas hoy en día que toman y publican miles de selfies, Whitman, quien vivió durante el nacimiento de la fotografía comercial, utilizó los retratos para construir una versión de sí mismo que no estaba necesariamente anclada en la realidad.
Uno de esos retratos, tomado por el fotógrafo Curtis Taylor, fue encargado por Whitman en la década de 1870.
En él, el poeta está sentado con despreocupación, con una polilla o mariposa que parece haberse posado en su dedo extendido. Según al menos dos de sus amigos, el abogado de Filadelfia Thomas Donaldson y la enfermera Elizabeth Keller, esta era la fotografía favorita de Whitman.
Aunque él les dijo a sus amigos que el insecto alado se posó casualmente en su dedo durante la sesión, resultó ser un accesorio de cartón.
Espontaneidad fingida
La escena con la mariposa refleja uno de los temas principales de Hojas de Hierba de Whitman, su colección de poemas más conocida: el universo se siente naturalmente atraído por el poeta.
“Hacia mí fluyen perpetuamente los objetos convergentes del mundo”, insiste en “Canto de mí mismo”. “Tengo conductores instantáneos por todo mi cuerpo, ya sea que pase o me detenga”, añade Whitman. “Atrapan cada objeto y lo conducen inofensivamente a través de mí”.

Whitman le dijo a Horace Traubel, amigo íntimo y primer biógrafo del poeta, que “sí, esa era una polilla real, la imagen es sustancialmente literal». Asimismo, le dijo al historiador William Roscoe Thayer: “Siempre he tenido la habilidad de atraer pájaros, mariposas y otras criaturas salvajes”. Por supuesto, los historiadores ahora saben que la mariposa era, de hecho, un recorte, que actualmente reside en la Biblioteca del Congreso.
Entonces, ¿qué estaba haciendo Whitman? ¿Por qué mentiría? No puedo meterme en su cabeza, pero sospecho que quería impresionar a su audiencia, verificar que el protagonista de Hojas de Hierba, aquel con “conductores instantáneos”, no era una creación ficticia.
Las selfies de hoy en día a menudo dan la impresión de haber sido tomadas en el momento. Pero, en realidad, muchas de ellas son un acto creativo cuidadosamente calculado.
Los estudiosos de los medios James E. Katz y Elizabeth Thomas Crocker han argumentado que la mayoría de los que se toman selfies buscan la informalidad incluso mientras escenifican cuidadosamente las imágenes. En otras palabras, la selfie une lo espontáneo con lo intencional. Whitman hace exactamente esto, presentando una foto diseñada como si fuera un feliz accidente.
Demasiado yo
Como señala el biógrafo de Whitman, Justin Kaplan, ningún otro escritor de la época “fue tan sistemáticamente registrado o estuvo tan preocupado por los usos estratégicos de sus imágenes y sus significados proyectivos para él y el público”.
El poeta aprovechaba cualquier oportunidad para que le tomaran una foto. Existe, por ejemplo, el famoso retrato del poeta joven y despreocupado que se utilizó como frontispicio para la primera edición de Hojas de Hierba. O la fotografía de 1854 de un Whitman barbudo y desaliñado, probablemente capturada por Gabriel Harrison. O la imagen de 1869 de Whitman sonriendo con cariño a Peter Doyle, amigo íntimo y probable amante del poeta.

Algunos científicos sociales han argumentado que las selfies de hoy pueden ayudar en la búsqueda del “yo auténtico”: descubrir quién eres y comprender qué te mueve. Otros investigadores han adoptado una visión menos optimista de la selfie, advirtiendo que tomar demasiadas puede ser una señal de baja autoestima y puede, paradójicamente, llevar a la confusión de identidad, particularmente si se toman para buscar validación externa.
Whitman pasó su vida buscando lo que él denominó el “Yo mismo” o el “verdadero Yo”. La fotografía le proporcionó otro medio, además de la poesía, para continuar esta búsqueda. Pero parece que finalmente le falló.
Habiendo coleccionado estas imágenes, empecé a reflexionar sobre lo que todas ellas sumaban y descubrí, finalmente, que estaba mucho más perdido que encontrado en este mar de retratos.
Me pregunto si —para usar la jerga actual— Whitman se abrió camino “haciendo scroll” hacia una crisis de identidad, abrumado por la gran cantidad de fotos que poseía y los diversos y contradictorios “yoes” que representaban.
“Conozco nuevos Walt Whitmans todos los días”, dijo una vez. “Hay una docena de mí flotando. No sé cuál Walt Whitman soy”.
Conversation. Traducción: Sarah Díaz-Segan