por Camille Searle
Ahora Housing Works vende marihuana. Tiene sentido. Es perfecto. Y es raro. Una decisión apropiada. Hasta cierto punto, por el momento, que es el punto de cambio. Que no significa nada hasta que empieza a significar algo distinto. Un cambio. Otro cambio. Hasta que nos olvidamos del primer cambio.
¿Iré a comprar marihuana a Housing Works? ¿Al Greenwich Village? No sé, soy una chica de Brooklyn. Pero estudié en la NYU. Y conozco el Greenwich Village casi tan bien como conozco Borough Park, en Brooklyn, donde vivo.
No, no soy judía. Soy francesa.
Siempre tengo que responder eso.
No, no siempre. Tengo que responderlo en Nueva York. O cuando estoy con gente familiarizada con Nueva York. O con los enclaves religiosos y étnicos de Nueva York. No creo que mucha gente, fuera de Nueva York, llegue a hacerme esa pregunta. Al igual que no creo que mucha gente, fuera de Nueva York, tenga a Housing Works como tema de conversación.
No, ya no soy francesa. Ahora soy neoyorquina.
Housing Works es una organización benéfica neoyorquina que lucha contra el sida y la falta de vivienda y, más precisamente, con la combinación letal de ambas circunstancias. Housing Works es también el medio que emplea para esta lucha: tiendas de segunda mano, o thrift stores (y para mí, friperies), con libros, discos, ropa, vajilla, muebles, adornos, lo que sea. Comprar libros usados o una remera de segunda mano en Housing Works, para cualquiera en Nueva York, es tan habitual como donar los libros que ya no lees o las remeras que ya no usas. Podría decir que ahora mismo llevo unos pantaloncitos comprados en Housing Works, lo cual es factible, pero no es cierto, y sería pedirle demasiado a la credibilidad del texto. Sí es cierto que puedo mirar, al levantar la vista de la pantalla donde escribo, en los estantes dispersos a los que llamo biblioteca, muchos libros en francés comprados en Housing Works.
Mi tienda de referencia es la de Park Slope. La de la esquina de la Quinta y Garfield. Me queda cerca. Es coqueta y distendida. Todas las tiendas de Housing Works son coquetas y distendidas. Y no son exactamente baratas. No piensen en el Ejército de Salvación. Piensen en tiendas exclusivas. Mucha, muchísima gente, entra a una tienda de Housing Works sólo porque son lindas. Un poco elegantes, un poco hípsters. A veces ni se enteran del trasfondo de sida y falta de hogar. Algunos dicen que es mejor así. Algunos dicen que no.
Mucha gente se alegró cuando se anunció que la primera tienda de venta de marihuana legal para uso recreativo del estado de Nueva York estaría en manos de Housing Works. Mucha gente se alegró hace unos días, cuando se inauguró, e hizo una larga fila en la esquina de Astor Place y Broadway para convertirse en los primeros compradores. ¿Estaban pensando en la marihuana finalmente legal o en las personas seropositivas sin hogar?
Pero tiene sentido. Es perfecto. Y es raro. Tiene sentido porque Housing Works estuvo trabajando con gente que, de muchas maneras, fue víctima de décadas de políticas de prohibición y criminalización. Y es raro. Porque de ahora en más Housing Works será otra cosa. Otro mercado. Otra publicidad. Más presión antisindical contra sus empleados. Más coquetería y más hipsterismo. ¿Aumentarán el precio de los libros franceses en la friperie de Park Slope?