por Florian Walch
Con Mariah Carey y Wham! saturando las ondas con sus melodías navideñas, todo está empezando a sonar mucho a Navidad. Pero si todo lo que quieres para Navidad es un respiro de la música navideña estereotipada, no estás solo.
A pesar de que a menudo se rebelan contra la conformidad y el comercialismo, muchos músicos contraculturales se han sentido inspirados a producir sus propios temas navideños. Debido a que los símbolos de la Navidad son tan ampliamente reconocibles, yuxtaponerlos con los sonidos y valores de estilos musicales más de nicho puede tener efectos sorprendentes.
Así es como géneros como el roots reggae, el thrash metal y el pop punk han añadido nuevas capas a tropos festivos familiares.
Navidad con roots reggae
Ciertos sonidos suscitan ciertas expectativas. Si escuchas cascabeles y un coro de niños, las letras sobre la diversión invernal no pueden estar lejos. Si escuchas guitarras de reggae a contratiempo y acentos jamaicanos, probablemente te imaginarás marihuana y palmeras, no Navidad.
Y sin embargo, el sonido roots reggae de “We Wish You A Irie Christmas” de Jacob Miller infunde el clásico “We Wish You a Merry Christmas” con la teología de la liberación rastafari.
Los cantantes del villancico clásico, que algunos historiadores remontan a la Inglaterra del siglo XVI, claman por el figgy pudding, un postre navideño tradicional británico. Se niegan a irse hasta conseguir sus dulces: “No nos iremos hasta que consigamos algo/ ¡Así que tráiganlo aquí!”.
Por el contrario, la Navidad de Miller es “irie”, que, en el patois jamaicano, se traduce aproximadamente como satisfacción y paz interior.
En su versión, Miller señala que la pobreza y la alegría no son mutuamente excluyentes: “Le frotamos y le hacemos dub a la Navidad con un bolsillo roto este año”. También enfatiza la liberación del deseo material: “No se maten mucho para comprarlo todo”.
Después de todo, la Navidad bíblica en Belén no tuvo juguetes, ni tampoco nieve, al igual que el Caribe.
Para los rastafaris como Miller, la renovación prometida por la Navidad era profundamente personal. En la pista, una palabra que suena como “Ice-mas” es en realidad “I’s-mas”. En el rastafarismo, la “I” es la deidad contenida en cada persona. Los juerguistas navideños de Miller bailan a su propia divinidad, anticipando un regreso a la tierra prometida. Al hacerlo, Miller convierte un villancico simple y trillado en un himno de autoestima y liberación.
Terror navideño de thrash metal
Otros géneros pueden reformular la letra de un villancico inocente en una historia de terror. El villancico alemán del siglo XIX “Kling, Glöckchen, Klingelingeling” fue escrito desde la perspectiva del Christkind, un portador de regalos navideños en partes de Europa y América del Sur. Este “pequeño Jesús” trae regalos en países donde Papá Noel no forma parte de las tradiciones navideñas.
Cada estrofa está enmarcada por una melodía y palabras que evocan los sonidos de una campana que suena, que se reflejan en el título. En el villancico, el Christkind suplica a los niños que lo dejen entrar para que no muera congelado. Luego, el Christkind promete regalos a cambio de que lo dejen entrar en la sala de estar. Finalmente, el Christkind pide a los niños que le abran sus corazones.
¿Quién podría corromper esta petición de piedad apta para niños? Es cuando llega Thomas “Angelripper” Such, un ex minero de carbón y el líder de la banda alemana de thrash metal Sodom.
Donde el heavy metal anterior podía ser sombrío y oculto, Sodom subió la temperatura aún más con letras sangrientas y blasfemas, guitarras de sonido de sierra eléctrica y gritos guturales. El proyecto paralelo de Sodom, Onkel Tom Angelripper, ha grabado versiones metal de canciones populares alemanas, incluida “Kling, Glöckchen, Klingelingeling”.
Sin cambiar la letra, el sonido thrash metal transforma la salubridad del villancico en horror. Un arreglo de viento cursi es interrumpido por guitarras pesadas y distorsionadas y un gruñido “Kling”. Los músicos de metal a menudo usan estos sonidos para evocar sentimientos de peligro.
El cantante del villancico de Angelripper suena más como un gran depredador que manipula y soborna para entrar en una casa. En este encuadre, la línea de la estrofa final (“¡ábranme sus corazones!”) suena menos como un llamado a la comunión y más como una ominosa amenaza de mutilación. Es una invasión de hogar similar a la de la clásica película navideña Mi Pobre Angelito, pero es puro terror, sin humor. Esta corrupción musical de letras ambiguas pone al descubierto la fragilidad de la inocencia festiva.
Un tratamiento punk
Hay un catálogo completo de canciones navideñas melancólicas, desde “Blue Christmas” de Elvis Presley hasta “I’ll Be Home for Christmas” de Bing Crosby. Pero pocas abordan temas dolorosos de abuso de sustancias, suicidio y culpa como la cruda pero pegadiza “Christmas Vacation” de los pioneros del pop-punk the Descendents.
Para bien o para mal, muchas de las canciones de Descendents son descaradamente inmaduras, petulantes y a veces ofensivas. Sin embargo, su bravuconería juvenil pone de relieve momentos de vulnerabilidad. “Christmas Vacation” no es diferente.
Sobre guitarras tintineantes y un bajo disperso, el líder Milo Aukerman recuerda a un amigo o pareja alcohólica que “se tomó unas vacaciones en el olvido”. Y aunque este giro de los acontecimientos no fue una sorpresa para el narrador, eso no cambió nada: “Yo sabía de tus planes/ Realmente lo entendía/ Pero no me lo hiciste saber/ No fui invitado a acompañarte”.
La letra describe un proceso de duelo continuo. Lo que hace que “Christmas Vacation” sea conmovedora es su vacilación lírica. El narrador se pregunta: ¿Se fue para siempre? ¿Volverá? ¿Tiene la culpa? ¿La tengo yo?
La armonía vocal en el coro –un elemento básico del pop punk– refleja esta ambivalencia. En la pista, la unión de voces comienza a sonar como un lamento. Una característica esperada del pop punk se transforma en una conmovedora expresión de dolor y soledad: una experiencia festiva común y menos celebrada.
En lugar de burlarse o mofarse de la Navidad, estas tres pistas dan voz a las complicadas emociones que pueden acompañar las fiestas. Miller evoca gratitud y esperanza; Angelripper provoca miedo y vulnerabilidad; Descendents se centra en el dolor y el anhelo. Y las tres perspectivas terminan complementando el enfoque de la música comercial en la comida, los regalos elegantes, la nieve y la familia.
The Conversation. Traducción: Sarah Díaz-Segan