por Tik Root
Donald J. Trump será nuevamente presidente de Estados Unidos.
La Associated Press declaró vencedor a Trump el miércoles por la mañana, poniendo fin a uno de los ciclos electorales más costosos y turbulentos de la historia del país. Los resultados prometen cambiar radicalmente la política climática de Estados Unidos: además de devolver a la Casa Blanca a un negacionista del cambio climático, los votantes también dieron a los republicanos el control del Senado, sentando las bases para ataques a todo, desde vehículos eléctricos hasta financiación de energía limpia y reforzando el apoyo a la industria de combustibles fósiles.
“Tenemos más oro líquido que cualquier país del mundo”, dijo Trump durante su discurso de victoria, refiriéndose al potencial nacional de petróleo y gas. El director ejecutivo del Instituto Americano del Petróleo emitió un comunicado en el que decía que “la energía estaba en la boleta electoral y los votantes enviaron una señal clara de que quieren opciones, no mandatos”.
Los resultados de las elecciones sacudieron a los expertos en política climática y a los defensores del medio ambiente. El presidente electo ha calificado el cambio climático de “engaño” y durante su campaña más reciente prometió expandir la producción de combustibles fósiles, reducir las regulaciones ambientales y eliminar el apoyo federal a la energía limpia. También ha dicho que echaría por tierra la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), que es la mayor inversión en acción climática en la historia de Estados Unidos y una victoria legislativa histórica para la administración Biden. Tales medidas añadirían miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero adicionales a la atmósfera y acelerarían los impactos inminentes del cambio climático.
“Este es un día oscuro”, dijo Ben Jealous, director ejecutivo del Sierra Club, en un comunicado. “Donald Trump fue un desastre para el progreso climático durante su primer mandato, y todo lo que ha dicho y hecho desde entonces sugiere que está ansioso por hacer aún más daño esta vez”.
Durante su primer período en el cargo, Trump se retiró del Acuerdo de París, el acuerdo climático internacional de 2016 que guía las acciones de más de 195 países; derogó más de cien normas ambientales; y abrió el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico a la perforación. Aunque el presidente Joe Biden revirtió muchas de esas acciones y convirtió la lucha contra el cambio climático en un elemento central de su presidencia, Trump se ha comprometido a deshacer esos esfuerzos durante su segundo mandato con implicaciones potencialmente enormes: los analistas climáticos de Carbon Brief predijeron que otros cuatro años de Trump llevarían a la nación a emitir 4.000 millones de toneladas métricas adicionales de dióxido de carbono de las que se habrían emitido bajo su oponente. Eso está a la par con las emisiones anuales combinadas de la Unión Europea y Japón.
Uno de los principales objetivos del presidente electo Trump será desmantelar la IRA, que está preparada para destinar más de un billón de dólares a iniciativas respetuosas del clima. Dos años después de ese esfuerzo que duró una década, el dinero está fluyendo hacia una miríada de iniciativas, que van desde la construcción de la red de carga de vehículos eléctricos del país hasta ayudar a las personas a utilizar energía solar y acondicionar sus hogares para el clima. Solo en 2023, unos 3,4 millones de estadounidenses solicitaron más de 8.000 millones de dólares en créditos fiscales que la ley prevé para mejoras energéticas en el hogar. Pero Trump podría obstaculizar, congelar o incluso eliminar gran parte de la ley.
“Revocaremos todos los fondos no gastados”, aseguró Trump a la audiencia en un discurso en septiembre en el Economic Club de Nueva York. El mes pasado, dijo que sería “un honor” “terminar de inmediato” una ley que llamó la “Nueva Estafa Verde”.
Sin embargo, una medida de ese tipo requeriría el apoyo del Congreso. Si bien muchas contiendas para la Cámara de Representantes siguen demasiado reñidas para declarar un ganador, los republicanos han tomado el control del Senado. Dicho esto, cualquier intento de desmantelar el IRA puede resultar impopular, porque hasta 165 mil millones de dólares de la financiación que proporciona fluyen a distritos republicanos.
Aun así, Trump puede tomar medidas unilaterales para frenar el gasto y utilizar los poderes regulatorios federales para obstaculizar aún más el proceso de implementación. Como señaló Axios, “si Trump quiere cerrar el grifo del IRA, probablemente encontrará formas de hacerlo”. Más allá de esa ley climática fundamental, Trump tiene muchas otras palancas que también puede utilizar y que afectarán negativamente al medio ambiente, esfuerzos que serán más fáciles con una Corte Suprema conservadora que ya ha socavado la acción climática federal.
Trump también ha dado su apoyo a la expansión de la producción de combustibles fósiles. Desde hace tiempo ha presionado para que el país “perfore, perfore, perfore” y, en abril, ofreció a los ejecutivos de la industria favores fiscales y regulatorios a cambio de mil millones de dólares en apoyo de campaña. Aunque esa suma astronómica nunca se materializó, The New York Times descubrió que los intereses del petróleo y el gas donaron aproximadamente 75 millones de dólares a la campaña de Trump, al Comité Nacional Republicano y a los comités afiliados. Los combustibles fósiles ya estaban en auge bajo el gobierno de Biden, con una producción nacional de petróleo más alta que nunca, y la vicepresidenta Kamala Harris dijo que seguiría produciéndolos si ganaba. Pero Trump podría darle a la industria un impulso considerable, por ejemplo, reabriendo más partes del Ártico a la perforación.
El caos climático que Trump siembre seguramente se extenderá más allá de Estados Unidos. El presidente electo podría intentar abandonar una vez más el Acuerdo de París, socavando los esfuerzos globales para abordar la crisis. Su amenaza de usar aranceles para proteger a las empresas estadounidenses y restablecer la manufactura estadounidense podría trastocar los mercados energéticos. La gran mayoría de los paneles solares y las baterías de vehículos eléctricos, por ejemplo, se fabrican en el extranjero y los precios de esas importaciones, así como de otras tecnologías de energía limpia, podrían dispararse. Los productores estadounidenses de gas natural licuado temen que los aranceles de represalia puedan obstaculizar su negocio.
La administración Trump también podría tomar medidas más silenciosas para dar forma a la política climática, desde separar aún más las funciones federales de investigación de sus capacidades de elaboración de normas hasta orientar cómo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estudian y responden a los problemas de salud.
Trump seguramente causará estragos en las agencias federales fundamentales para comprender y combatir el cambio climático. Durante su primer mandato, su administración destripó el financiamiento para la investigación, nombró a escépticos climáticos y expertos de la industria y eliminó varios comités asesores científicos. También censuró datos científicos en los sitios web del gobierno y trató de socavar las conclusiones de la Evaluación Nacional del Clima, el informe científico del gobierno sobre los riesgos e impactos del cambio climático para el país. El Proyecto 2025, el amplio plan desarrollado por grupos conservadores y ex funcionarios de la administración Trump, promueve una estrategia similar, restando prioridad a la ciencia climática y tal vez reestructurando o eliminando las agencias federales que la promueven.
“La nación y el mundo pueden esperar que la administración entrante de Trump lance una bola de demolición contra la diplomacia climática global”, dijo Rachel Cleetus, directora de políticas y economista principal del Programa de Clima y Energía de la Unión de Científicos Preocupados, en una declaración. “La ciencia sobre el cambio climático es implacable, y cada año de retraso conlleva más costos y cambios más irreversibles, y la gente común paga el precio más alto”.
Los partidarios del presidente electo parecen ansiosos por comenzar su trabajo.
Mandy Gunasekara, exjefa de gabinete de la Agencia de Protección Ambiental durante el primer mandato de Trump, dijo a CNN antes de las elecciones que esta segunda administración estaría mucho más preparada para implementar su agenda y actuaría rápidamente. Un objetivo temprano probable serán las reglas de emisiones de escape de la era Biden que Trump ha ridiculizado como un “mandato” para vehículos eléctricos.
Durante su primer mandato, Trump intentó de manera similar debilitar las regulaciones de emisiones de la era Obama. Pero la industria automotriz hizo que el punto fuera discutible cuando eludió al gobierno federal y llegó a un acuerdo con los estados directamente, una medida que es indicativa del enfoque que los ambientalistas podrían adoptar durante su segundo mandato. Incluso antes de las elecciones, los defensores del clima habían comenzado a prepararse para la posibilidad de una segunda presidencia de Trump y el abandono del escenario diplomático global por parte de la nación en este tema. Bloomberg informó que funcionarios y ex diplomáticos han estado convocando conversaciones secretas, simulaciones de crisis y “juegos de guerra políticos” destinados a maximizar el progreso climático bajo Trump, un esfuerzo que seguramente comenzará cuando comience la COP29 la próxima semana en Bakú, Azerbaiyán.
“El resultado de estas elecciones será visto como un duro golpe a la acción climática global”, dijo en un comunicado Christiana Figueres, jefa climática de las Naciones Unidas entre 2010 y 2016. “Pero hay un antídoto contra el pesimismo y la desesperación: la acción sobre el terreno, y está ocurriendo en todos los rincones de la Tierra”.
Grist. Traducción: Francis Provenzano.