Me sorprende que tanta gente crea que uno se convierte en buen escritor simplemente liberando una voz “auténtica” preexistente. ¿Acaso es una que estuvo escondida dentro de uno todo el tiempo? No creo que tal cosa exista.
Para empezar, nadie está limitado a una sola voz. Nuestra “voz en redes sociales” no es la misma que nuestra “voz en artículos académicos“, que no es la misma que nuestra “voz de correo electrónico a la abuela”, y así sucesivamente.
Si bien muchos escritores famosos tienen una voz propia, también pueden recurrir a una amplia gama de voces secundarias en su obra. Por ejemplo, al escribir diálogos, o cuando uno de sus personajes cuenta una historia, y a veces novelas enteras escritas con la voz de un narrador distinto del propio autor.
Parte de lo que distingue a un buen escritor de un gran escritor no es la autenticidad (que en realidad es solo un truco, si no, ¿por qué tantos de nuestros héroes de la escritura resultan ser monstruos?), sino la cantidad de voces diferentes que pueden utilizar en su obra, así como la facilidad con la que pueden alternar entre ellas.
Este es el oficio de escribir, y si bien el talento innato tiene mucho que decir, cualquier oficio se puede aprender, al menos con ciertos límites. Si logro dominarlo, uno de mis primeros objetivos será derribar este culto a la autenticidad.
Keywords. Traducción: Sarah Díaz-Segan.