por Haley Bliss
No hay nada más genial que andar en bicicleta en primavera. Nada. Ni las inauguraciones de galerías en Red Hook, ni las cenas en azoteas en Fort Greene, ni siquiera acordarse de compostar. Andar en bicicleta en primavera significa haberlo superado. Haber superado la película gris de febrero, los baches llenos de sal de marzo, los labios agrietados y las llantas rotas de una ciudad que olvidó cómo ser genial. La primavera no llega a Nueva York como en las películas. Se filtra a lo largo de semanas, como la condensación en la ventana de un hueco de ventilación. Y entonces, de repente, imposiblemente, la gente viste lino y los tulipanes brotan de...
por Haley Bliss
No hay nada más genial que andar en bicicleta en primavera. Nada. Ni las inauguraciones de galerías en Red Hook, ni las cenas en azoteas en Fort Greene, ni siquiera acordarse de compostar. Andar en bicicleta en primavera significa haberlo superado. Haber superado la película gris de febrero, los baches llenos de sal de marzo, los labios agrietados y las llantas rotas de una ciudad que olvidó cómo ser genial. La primavera no llega a Nueva York como en las películas. Se filtra a lo largo de semanas, como la condensación en la ventana de un hueco de ventilación. Y entonces, de repente, imposiblemente, la gente viste lino y los tulipanes brotan de...