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La ciudad envuelta para regalo

por Haley Bliss Nueva York en diciembre se comporta como una alucinación comercial del tamaño de una ciudad: demasiado brillante, demasiado ruidosa, demasiado confiada en su propio mito de generosidad. La historia oficial es familiar: espíritu navideño, calidez cívica, alguna variación secular de alegría comunitaria. Pero basta caminar tres cuadras por la Quinta Avenida para entender el motor real. Las tiendas rehacen las superficies de la ciudad con el fervor de un régimen que monta su desfile anual. Las vidrieras brillan, las fachadas laten, los altavoces lanzan himnos de alegría obligatoria. Todo parece coreografiado para mover productos, no personas. Incluso las multitudes se convierten en escenografía. Nadie cree el mito, pero todos participan. Esa es la...

La ciudad envuelta para regalo

por Haley Bliss Nueva York en diciembre se comporta como una alucinación comercial del tamaño de una ciudad: demasiado brillante, demasiado ruidosa, demasiado confiada en su propio mito de generosidad. La historia oficial es familiar: espíritu navideño, calidez cívica, alguna variación secular de alegría comunitaria. Pero basta caminar tres cuadras por la Quinta Avenida para entender el motor real. Las tiendas rehacen las superficies de la ciudad con el fervor de un régimen que monta su desfile anual. Las vidrieras brillan, las fachadas laten, los altavoces lanzan himnos de alegría obligatoria. Todo parece coreografiado para mover productos, no personas. Incluso las multitudes se convierten en escenografía. Nadie cree el mito, pero todos participan. Esa es la...