por Mara Taylor
Crees que estás viniendo a Nueva York. Crees que estás llegando. Entrando. Absorbiéndolo todo. Tienes una lista, quizás el fantasma de una lista: cosas que viste en películas, lugares sobre los que leíste, nombres que ya sabes pronunciar. Crees que estás preparado. Tus zapatillas son prácticas. Tu teléfono está cargado. Hiciste tu tarea. No eres, insistes, uno de esos turistas.
De todos modos estorbarás. Levantarás la vista en el momento equivocado, caminarás demasiado lento en la cuadra equivocada, le pedirás indicaciones a la persona incorrecta para llegar a un lugar al que nunca tuvo que ir. Caerás en trampas disfrazadas de íconos y te perderás la belleza disfrazada de nada. Confundirás acceso con comprensión, contacto con contexto, presencia con entendimiento. Dirás SoHo cuando querías decir Nolita. Pensarás que el skyline es la ciudad. Pensarás que los bagels siguen siendo la cosa importante.
Está bien. O no. Da igual. No escribí esto para regañarte. No exactamente. Estoy aquí para ofrecerte el tipo de consejo que rara vez aparece en las guías de viaje, porque rara vez halaga al viajero. En Nueva York no eres bienvenido. A lo sumo eres tolerado. Pero si puedes vivir con eso —si puedes caminar más rápido, dejar mejores propinas, escuchar más— entonces tal vez la ciudad te muestre algo que no le muestra a todo el mundo. Créeme. Nací aquí. No sé mucho sobre guías turísticas, pero he aprendido bastante caminando, dejando propinas y —sobre todo— escuchando.
Nueva York no es una ciudad que quiera ser comprendida. Quiere ser sobrevivida, malinterpretada, bordeada, escuchada por accidente. Ese es el verdadero skyline: el filo irregular del malentendido, la silueta desordenada de veinte millones de versiones acerca de qué es esta ciudad y para quién lo es. No vas a encontrarla persiguiendo su reflejo en torres de vidrio. Vas a encontrarla en el café quemado de la bodega, en la furia del repartidor en bicicleta, en el sonido de alguien gritando, acaso no a ti, pero sí demasiado cerca de ti.
Hazlo como en Nueva York es un libro breve. No lo cubre todo. Ni siquiera lo intenta. Empieza desde el principio, o desde uno de los muchos principios. El Bajo Manhattan, donde llegan los barcos y se levantan los monumentos. Central Park, donde todavía se vende el mito de la escapatoria. Brooklyn, porque todos insisten en venir, y algunos hasta se quedan. El skyline, la línea del horizonte, porque te obliga a mirar hacia arriba. Y la ciudad entera, por si te olvidas de que es más que tu itinerario.
Cinco secciones. Quince consejos por sección. No los obvios. No los amables. No los que te daría alguien que se mudó aquí el año pasado o alguien que quiere venderte algo. Son atajos, advertencias, puertas laterales. No son neutrales. Vienen de una ciudad a la que no le importa si la entiendes bien, a la que solo le importa que te hagas a un lado.
Pero, en cualquier caso, bienvenido a Nueva York.
Ahora: camina rápido. No bloquees las puertas. Y por el amor de Dios, no te detengas en medio de la acera.
Introducción de: Mara Taylor, Hazlo como en Nueva York: 75 formas de pasar (casi) por local, Shrub Press, 2025.