Programas como Star Trek son emblemáticos de un período de transición en la masculinidad estadounidense, al menos en la televisión. Los años 50 habían sido puro Kirk, con una mujer en cada planeta y la capacidad de noquear a los enemigos con un doble golpe. Después de los años 70 tenemos numerosos ejemplos de Spock, con su fe en la ciencia y su confusión en torno a las emociones (por no hablar de las mujeres). Hay una línea directa de Spock a Seinfeld, y pasa por Revenge of the Nerds, Weird Science y Huey Lewis And The News. El mensaje abrumador de mi infancia fue que era moderno ser un nerd.
Hay algo que decir sobre este cambio. La confusión sobre las emociones y las normas sociales permitió a los hombres ser emocionales y sensibles. Las mujeres alienígenas pueden haber objetivado, pero la raza (supuestamente) ya no importaba. Pero la figura del científico despistado que simplemente no entiende a las mujeres no es inofensiva. Un ejemplo obvio es alguien como el héroe nerd Richard Feynman, quien no sabía por qué las mujeres no cambiaban sexo por sándwiches. La cultura sexista que parece existir dentro de empresas como Uber y Google hace que sea difícil para las mujeres en esas industrias y podría decirse que afecta el tipo de productos y servicios que ofrecen las empresas de tecnología. La demora de Twitter en el tema del acoso online es un buen ejemplo de esto.
Hay un debate dentro de la antropología lingüística que ayuda a explicar qué es lo que está mal con la continua celebración de nuestra sociedad de la ingenuidad despistada de la cultura nerd. En 1991, Senta Troemel-Ploetz escribió un ensayo de revisión del libro más vendido de Deborah Tannen: You Just Don’t Understand: Women and Men in Conversation, en el que criticó a Tannen por dejar que los hombres salieran del apuro con facilidad. Acusó a Tannen de tratar la comunicación hombre-mujer como una cuestión de malentendido cultural, no muy diferente de la confusión que enfrenta Spock cuando se enfrenta a las emociones de Kirk, pero dice que, al hacerlo, toda la carga de abordar tales malentendidos recae directamente sobre los hombros de las mujeres. Como escribió Deborah Cameron en una columna de The Guardian en 2007: “Tal vez los hombres se hayan dado cuenta de que una reputación de incompetencia a veces puede beneficiarte. Al igual que la idea de que no son buenos para las tareas del hogar, la idea de que los hombres no son buenos para hablar sirve para eximirlos de hacer algo que, de todos modos, muchos preferirían dejar a las mujeres”.
Es hora de dejar de celebrar y mimar la ingenuidad de los nerds y geeks masculinos y comenzar a exigirles un estándar más alto.
Fuente: Savage Minds/ Traducción: Mara Taylor