por Gwynne Hogan, Haidee Chu y Bianca Pallaro
Mientras el jueves pasado las temperaturas pasaban los treinta y tres, Belma, de 19 años, se encontró deambulando sola por una ciudad nueva, sofocantemente calurosa, sin comida ni agua.
La solicitante de asilo de Angola llegó al Midtown en autobús el martes. Pero los trabajadores del Hotel Roosevelt, el centro de recepción de la ciudad para inmigrantes recién llegados, le dijeron repetidamente que no había habitaciones ni catres para adultos solteros.
“Me mandaron a otro lugar. Fui allí y me enviaron de regreso aquí”, dijo Belma, quien pidió ser identificada solo por su nombre de pila, a The City, afuera del hotel Midtown el viernes por la mañana.
Desde entonces, pasó una noche en la vereda frente al Hotel Roosevelt y otra en los pisos polvorientos de la Grand Central Terminal.
“Estoy cansada. No me bañé. No comí, no dormí, es difícil”, dijo, hablando en portugués. “Si no tienen espacio, no sé qué haré”.
Puerta delantera cerrada
La ola de calor de esta semana agregó otra capa de estrés a un sistema de refugios que ya estaba más allá de su capacidad. Las autoridades dicen que al menos 107.300 personas se encuentran en refugios de la ciudad, más de la mitad de los cuales son solicitantes de asilo.
En los últimos días surgieron informes de refugios para migrantes terriblemente calurosos, con aire acondicionado deficiente o escaso, mientras que los activistas estuvieron haciendo sonar la alarma de que los funcionarios de la ciudad están negando refugio a los migrantes que llegan. Eso es una aparente violación del derecho de larga data de la ciudad a la protección de la vivienda que requiere que la ciudad brinde alojamiento a cualquiera que lo busque.
A medida que las temperaturas subieron a 34 grados el viernes, una fila de varias docenas de inmigrantes se sentó a lo largo de la acera de East 45th Street, afuera del Roosevelt, todos buscando un lugar para pasar la noche. Las familias con niños pequeños fueron conducidas al frente mientras se les decía a los adultos que esperaran. Alrededor de las dos y media de la tarde, los trabajadores dejaron que los inmigrantes esperaran dentro de los autobuses con aire acondicionado estacionados en el frente. A los que lograron entrar al hotel se les ofreció una silla en un salón de baile lleno de gente y se les dijo que esperaran un poco más.
“Tienen que tener una puerta de entrada que esté abierta”, dijo el abogado Joshua Goldfein de The Legal Aid Society, que actúa como defensor legal y guardián de los neoyorquinos sin hogar, en nombre de la Coalición para las personas sin hogar. El grupo presentó repetidas quejas de que los solicitantes de asilo fueron rechazados tanto en el Hotel Roosevelt como en los centros de admisión regulares del Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS). Explicó. “Les dijimos: ‘Hola, hay un problema con el Roosevelt, la gente no puede entrar por la puerta. Entonces, ¿qué van a hacer al respecto?’”
Fabien Levy, vocero del alcalde Eric Adams, insistió en la reiterada afirmación del alcalde, que se remonta a principios de este año, de que la ciudad de Nueva York se quedó sin espacio.
“Nuestros equipos se quedan sin espacio todos los días y hacemos todo lo posible para ofrecer ubicaciones donde tengamos espacio disponible”, dijo Levy.
Funcionarios reconocieron, en una conferencia de prensa el 19 de julio, que estaban rechazando a los inmigrantes que llegaban a la ciudad, y Bloomberg News informó la semana pasada que los trabajadores en la entrada estaban entregando volantes a los inmigrantes que advertían: “No podemos proporcionarles alojamiento en este momento”.
“Simplemente tienen que esperar”, dijo el alcalde Adams cuando se le preguntó dónde deberían buscar viviendas las personas.
Cuando se le preguntó si Legal Aid planea tomar medidas contra la ciudad, Goldfein se negó a comentar. Le dijo a Gothamist, esta semana, que ofrecer espacio de refugio en otro lugar del estado de Nueva York no viola las obligaciones legales de la ciudad.
Sudando como un cerdo
La mayoría de los refugios para migrantes que la ciudad abrió rápidamente en gimnasios, oficinas vacías y sótanos de iglesias tienen algún tipo de control de temperatura. Pero Zach Iscol, comisionado de Manejo de Emergencias de la Ciudad de Nueva York, confirmó que uno de los llamados “centros de descanso”, dentro de la antigua Instalación Correccional de Lincoln, en Harlem, no tenía aire acondicionado en absoluto.
Cerca de 450 personas se hospedan allí, dijo Iscol en una conferencia de prensa el jueves. Agregó que la ciudad, como precaución de salud, prohibió que los solicitantes de asilo mayores de sesenta años se quedaran en la antigua cárcel.
“Anoche estaba sudando como un cerdo”, dijo José Sánchez, un migrante ecuatoriano de 28 años, a The City, hablando en español, el jueves por la tarde, cuando las temperaturas rondaban los 33 grados.
Frente a la antigua cárcel, Sánchez y una docena de otros hombres buscaron refugio del calor en bancos a la sombra, a lo largo de Central Park North.
Maikol Contreras, un migrante venezolano de 26 años, dijo que estaba agradecido de tener un techo sobre su cabeza, pero describió peleas regulares entre hombres que tenían que compartir un solo ventilador entre más de una docena de personas. “Todo el mundo empezó a pelear por la ubicación y dirección de los ventiladores”, dijo.
Contreras dijo que está manejando el calor quedándose afuera, cerca de Central Park, hasta las dos o tres de la mañana.
“Todas las habitaciones son iguales”, agregó Rafael Ramos, de 34 años, a quien Contreras le estaba cortando el cabello. “Todos tenemos el mismo problema”.
Sánchez también describió cómo los guardias del refugio a veces sacaban los ventiladores de las habitaciones y se los llevaban para ellos.
“Llegamos a las habitaciones y faltan los ventiladores porque no los vuelven a colocar”, dijo.
El portavoz de Manejo de Emergencias, Aries Dela Cruz, dijo que los autobuses con aire acondicionado estuvieron estacionados fuera de la antigua cárcel desde el jueves y permanecerán en su lugar hasta el sábado por la noche. Agregó que la oficina también asignó enfermeras adicionales para hacer rondas dentro del centro de descanso cada dos horas.
Pero los activistas también plantearon preocupaciones adicionales sobre las condiciones dentro de la red de la ciudad de más de 192 refugios para migrantes ad hoc.
Esos incluyen una instalación en Bushwick, donde las personas pasaron días sin acceso a duchas que funcionaran, y otras donde las comidas llegaron estropeadas o congeladas, lo que significa que las personas en habitaciones donde no se permiten ollas calientes y microondas no tienen forma de comerlas.
Castigando a los migrantes
A medida que la cantidad de solicitantes de asilo en los refugios de la ciudad aumentó a más de 56.000 esta semana, la ciudad se apresuró a expandir su capacidad, más recientemente con un refugio para 1000 hombres en el estacionamiento estatal del Centro Psiquiátrico Creedmoor, en Queens, que los funcionarios esperan abrir a principios de agosto.
Y la semana pasada, los funcionarios anunciaron una serie de cambios drásticos en las políticas destinados a disuadir a los inmigrantes de viajar a la ciudad de Nueva York. Planearon distribuir volantes en la frontera sur diciéndoles a las personas que no vinieran a Nueva York y que comenzaran a expulsar a los inmigrantes que estuvieron en refugios por más tiempo. Al menos cien personas han recibido avisos de advertencia de sesenta días, dijeron las autoridades el miércoles.
Algunos solicitantes de asilo recién llegados dijeron que ya habían recibido el mensaje.
“Nos dijeron que no hay espacio para que nos quedemos aquí”, dijo, en español, Leonardo Soledad, de 26 años.
Llegó el viernes por la mañana a la Terminal de Autobuses de la Autoridad Portuaria en Midtown con sus padres y dos hermanos menores.
Soledad dijo que no había visto los volantes del ayuntamiento informando a los migrantes sobre lo costosa y ardua que podía ser la ciudad, pero que había escuchado a través de las redes sociales y WhatsApp sobre el plan de Adams para sacar a la gente de los refugios.
“No queremos ser una carga”, dijo Soledad el viernes, afuera del centro de admisión del Hotel Roosevelt, donde su familia hizo fila en busca de boletos para Washington D.C., donde escucharon que podría ser más fácil encontrar alojamiento.
Power Malu, activista del grupo sin fines de lucro Artists-Athletes-Activists, dijo que los cambios de política, como no brindar servicio de autobús entre la Autoridad Portuaria y el Hotel Roosevelt, y prohibir que las personas ingresen a los baños del hotel, envían un mensaje claro.
“La ciudad está causando esto a propósito. Están castigando a los migrantes”, dijo Malu. “Su plan es hacer que parezca lo más caótico posible”.
La administración de Adams se opuso a tales caracterizaciones, ya que los funcionarios sostienen que la ciudad de Nueva York está haciendo más para ayudar a los solicitantes de asilo que la mayoría de los lugares del país, mientras presiona repetidamente al gobierno federal para obtener más ayuda.
“Estamos tratando a los migrantes lo mejor que podemos”, dijo la comisionada adjunta de Salud y Servicios Humanos, Ann Williams-Isom, en una conferencia de prensa el miércoles.
Tres días, sin comida
Afuera del Hotel Roosevelt la madrugada del viernes, Had Amine Hmeida, de 27 años, dijo que tenía hambre y sed por una noche de insomnio al aire libre.
“Tres días, sin comer, sin dormir”, dijo Hmeida, un solicitante de asilo de Mauritania. “Estoy cansado”.
Un día antes, los trabajadores del hotel lo enviaron al refugio para hombres en Bellevue, administrado por el DHS, donde fue devuelto de inmediato al Roosevelt. El personal de Bellevue no le permitió usar el baño, por lo que hizo sus necesidades en la calle, dijo.
Hmeida dijo que todas sus pertenencias fueron confiscadas en la frontera, dejándolo con una bolsa de plástico con cierre que contenía su pasaporte, tarjeta de vacunación contra el Covid-19, teléfono y un cargador. A pesar de las veinticuaro horas sombrías, mantuvo la esperanza.
“Esto es hermoso, Nueva York”, dijo.
Fuente: The City/ Traducción: Tara Valencia